Vitalismo
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Louis Pasteur (1822-1895) aceptaba que la materia inerte es indistinguible de la viva, pero afirmaba que las reacciones químicas que se dan dentro de un ser vivo tienen que obedecer a diferentes leyes que las que se dan, por ejemplo, en un tubo de ensayo a partir de compuestos inertes. A esta pseudoteoría se la llamó vitalismo.
Refutación
El vitalismo es una doctrina que explica todas las funciones de los seres vivos como el producto de un principio especial, de una fuerza vital (Élan vital, en francés), esencialmente distinta de las fuerzas físicas, químicas y mecánicas. En su acepción moderna, esta doctrina se opone al mecanicismo que considera la vida como el efecto o resultado de las citadas fuerzas.
Como ha pasado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, un alemán le llevó la contraria a Pasteur. Justus von Liebig (1803–1873) propugnaba el antivitalismo, es decir, defendía que todas las reacciones químicas que suceden dentro de una célula siguen las mismas leyes naturales que las reacciones químicas que suceden fuera de un organismo vivo y deberían poder ser reproducidas fuera de él.
Otro alemán, Ernst Büchner (1850–1924), resolvió esta polémica al ser capaz de reproducir una reacción química asociada a un ser vivo en un tubo de ensayo. Concretamente, la reacción que reprodujo a partir de un extracto de células muertas fue la fermentación alcohólica, la transformación que se da cuando la levadura consume el azúcar del mosto y produce alcohol. Por lo tanto, Büchner hizo un descubrimiento fundamental en la historia de la ciencia fijándose en algo tan antiguo y tan relacionado con la alimentación como la fermentación del vino, demostrando con ello que la bioquímica no es más que la química que se da dentro de un ser vivo, pero que sigue las mismas leyes que la química que se da fuera de él[1].
Cuando una persona recibe los resultados de un análisis de sangre siempre suele haber un apartado en el que pone bioquímica sanguínea, donde se encuentra, entre otros parámetros, el nivel de las transaminasas, que sirve para informar al médico tratante si la persona sufre de un problema en el hígado o en el corazón. Ese análisis consiste en simular en un tubo de ensayo una reacción química que tiene lugar en el organismo a partir de nuestra sangre[2].
Friedrich Wöhler (1800-1882) demostró en 1828 que los cristales de urea sintetizados a partir de un compuesto inorgánico —el cianato de amonio— eran exactamente iguales que los aislados a partir de la orina.
A efectos prácticos, lo que se deduce de los experimentos de Wöhler y de Büchner es que las propiedades de cualquier materia dependen de su composición, esto es, de las moléculas que lo forman, no de su origen.
Samuel Hahnemann creía que las enfermedades "... son únicamente alteraciones espirituales (dinámicas) del poder similar al espíritu (el principio vital) que anima el cuerpo humano". La ciencia moderna ha demostrado que los fenómenos que alguna vez se creyeron que tenían causas inmateriales pueden explicarse en términos materiales como procesos emergentes.
El mito del vitalismo ha sido rechazado por la filosofía y la medicina por igual, pero persiste en la mitología de la 'medicina energética' de la medicina alternativa. Los críticos de la medicina alternativa han señalado que el vitalismo es incompatible con la ciencia.
Véase también
Referencias y ligas externas
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