Quesalid
Quesalid, un indio Kwakwaka'wakw canadiense, de la Isla Vancouver, se dedicó, en el siglo XIX, a dar detallada fe documental de los dilemas éticos originados en la charlatanería de los chamanes.
Historia
Quesalid (éste es al menos el nombre que recibió cuando se convirtió en chamán) era un escéptico: él creía que el chamanismo era una bobada que sólo funcionaba por una cuestión de fe, así que decidió investigar esta idea en secreto. Dio con un chamán dispuesto a llevarlo con él y aprendió todos los trucos del oficio, incluida aquella parte de la actuación en la que el curandero, tras haber ocultado un mechón de pelo en un rincón de la boca y tras chupar y respirar agitadamente, en el momento culminante de su ritual de curación, lo saca de la boca, cubierto de sangre (salida de la disimulada mordedura que se ha hecho él mismo en el labio), y lo presenta solemnemente a los allí reunidos como un espécimen patológico extraído del cuerpo del pobre paciente.
Quesalid tenía pruebas de la farsa, se sabía el truco porque había trabajado desde dentro y estaba decidido a destapar a quienes lo practicaban. Pero, como parte de su formación, también tuvo que realizar algunos trabajos más propiamente clínicos. Un día, una familia que «había soñado que él sería su salvador» lo llamó para que acudiera a visitar a un paciente con problemas. Él hizo el truco del mechón y, consternado, humillado y asombrado, tuvo que constatar que su paciente mejoró tras aquello.
Quesalid aprendió un truco básico: a la hora de intentar curar a un enfermo, podría morderse su propia lengua hasta que sangrara. Así, cuando el enfermo estuviera acostado, Quesalid podría colocar su boca sobre alguna parte del cuerpo del enfermo, escupir la sangre que procede de su propia mordida, y alegar que expulsó la sustancia que estaba generando el mal en el cuerpo del enfermo. Eventualmente, Quesalid perfeccionó esta técnica fraudulenta.
Convirtiéndose
A partir de entonces, y aunque siguió conservando un sano escepticismo respecto a la mayoría de sus colegas, Quesalid (quizá, para su propia sorpresa) desarrolló una larga y productiva carrera como curandero y chamán. El antropólogo Claude Lévi-Strauss, según escribió en su ensayo «El hechicero y su magia», no sabía muy bien cómo tomárselo: «Pero es evidente que él realiza su oficio a conciencia, se enorgullece de sus logros y defiende acaloradamente la técnica del pelo ensangrentado frente a todas las escuelas rivales. Parece haber perdido de vista por completo el carácter falaz de la técnica que tanto había despreciado al principio».
Quesalid había tenido buenos maestros. Para representar la enfermedad del paciente mostraba un objeto repugnante cubierto con su sangre, producida disimuladamente al hacer sangrar su boca. A pesar de la incomodidad de Quesalid al usar este truco, averiguó que sus servicios eran muy solicitados porque otros curanderos menos versados que él en esta técnica eran menos eficaces, ya que no usaban sangre, sino sólo el pedazo de algodón cubierto de saliva. En cierta medida, la ilusión dirigida a otros de Quesalid llegó a ser una ilusión para sí mismo, ya que renuentemente se persuadió de que esta cura ilusoria de enfermedad tenía efectos concretos y reales. Desde la perspectiva “objetiva” de un observador, se debe concluir que Quesalid y otros curanderos engañan a los demás y, tal vez, a si mismos.
Conclusión
Es posible que Quesalid cumpliera una misión a corto plazo: mediante el placebo, curó a algunas personas con su ‘eficacia simbólica’. Pero, a largo plazo, el engaño de Quesalid ha sido perjudicial. En su deseo de prolongar una mentira, Quesalid le robó a su tribu la posibilidad de fomentar un espíritu crítico que, a la larga, les hubiese ofrecido muchísimas más ventajas.