Pseudohistoriador

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Los pseudohistoriadores difieren de los verdaderos historiadores por las deficiencias metodológicas que utilizan. Los pseudohistoriadores utilizan los términos "leyenda" y "mito" de manera intercambiable. Los estudiosos consideran el mito y la leyenda como conceptos distintos.

Un mito es una historia inventada que se utiliza alegóricamente o tropológicamente para explicar algún acontecimiento o fenómeno natural o algún aspecto de la condición humana o la psique. Una leyenda es una historia sobre el pasado que tiene, si acaso, alguna base en acontecimientos históricos reales aunque a menudo se distorsiona con el paso del tiempo.

Muchos pseudohistoriadores argumentan que los mitos describen literalmente acontecimientos históricos distantes en el tiempo, una práctica muy antigua llamada evemerismo. El término proviene de Evémero de Mesene (s. IV AEC) en cuya obra Inscripción sagrada los dioses paganos no son más que personajes históricos de un pasado mal recordado, magnificados por una tradición fantasiosa y legendaria. Esta aparente racionalización de los mitos griegos causó que el gran estudioso de la literatura Calímaco de Cirene (c. 270 AEC) considerara a Evémero como blasfemo contra los dioses.

El problema con los pseudohistoriadores y pseudocientíficos es que a menudo basan sus argumentos sobre teorías refutadas, desacreditadas y desechadas, por lo que se consideran argumentos zombi. Algunas de esas obras obsoletas son reeditadas continuamente y nunca han dejado de imprimirse.

Los pseudohistoriadores, al igual que los abogados defensores en los melodramas de televisión, tienden a confundir la distinción entre posibilidad y probabilidad en sus argumentos a pesar de que existe una clara diferencia entre los dos. Algo es posible cuando podría suceder o podría haber ocurrido, por improbable que ese evento pueda ser en realidad. Para que algo sea probable, debe haber buenas razones para creer que se verificará o sucederá o pudiera ocurrir. Así que es posible que alguien acelere su automóvil a 120 km/h si es que el velocímetro en verdad llega hasta esa marca. Por otra parte, es probable que yo vaya a trabajar mañana si se trata de un día de trabajo. Por la misma razón, es posible que los exploradores fenicios hayan llegado a las Américas y la hayan colonizado mientras daban la vuelta al mundo en el proceso. Pero basados en la evidencia confiable disponible, es muy probable que no hicieron tal cosa.

Otra diferencia entre historiadores y pseudohistoriadores es la naturaleza de los debates y desacuerdos entre ambos en los escenarios intelectuales y pseudointelectuales. Los historiadores debaten entre sí en un plano diferente al de los pseudohistoriadores. Los historiadores, sin duda, tienen sus desacuerdos sobre las interpretaciones de la evidencia. A veces las discusiones suelen ser enconadas. Pero los hechos básicos nunca están en disputa. Cuando entran en el debate es porque no se ponen de acuerdo sobre el significado, las consecuencias o la calidad de aquellos hechos.

En el otro plano, los debates pseudohistóricos se centran en hechos básicos: ciertos eventos ¿ocurrieron o no ocurrieron, ¿existieron algunos lugares o no existieron? ¿Determinados individuos o grupos vivieron o no vivieron? ¿Existió la Atlántida? ¿Fue el Holocausto un acontecimiento histórico o un engaño? ¿Visitaron alienígenas ancestrales inteligentes la Tierra durante la prehistoria y pusieron en marcha la humanidad y la civilización?

Los pseudohistoriadores y los pseudoarqueólogos presentan otros rasgos que los apartan de la corriente actual dominada por los verdaderos estudiosos. Esos rasgos han sido recientemente catalogados por el profesor de historia antigua Garrett Fagan. Los pseudohistoriadores se aferran ideas anticuadas y obsoletas o que distorsionan las teorías científicas viables más allá de cualquier punto razonable. Numerosos exámenes de expertos han demostrado que la piedra runica de kensington es un engaño, pero los modernos pseudohistoriadores siguen afirmando que es un artefacto auténtico que atestigua una presencia nórdica medieval en Minnesota. Zecharia Sitchin, escritor y pseudocientífico, autor de una serie de libros, que promueven la pseudoteoría de los alienígenas ancestrales, persiste en afirmar que los asteroides son los restos de un planeta que explotó, mientras que los científicos ya no creen que los asteroides hayan sido parte de un planeta destruido.

Los pseudohistoriadores menosprecian a los académicos calificándolos de cerrados de mente, pero siempre que es posible solicitan el apoyo de algún estudioso de renombre o lo citan fuera de contexto. Immanuel Velikovsky y Charles Hapgood buscaron el apoyo de Albert Einstein por sus respectivas hipótesis catastrofistas y proporcionan un buen ejemplo de este comportamiento. Pseudohistoriadores como Erich von Däniken hacen enormes reclamos en favor de sus pseudoteorías.

Para apoyar sus argumentos, los pseudohistoriadores peinan en busca de evidencia dentro de muchas disciplinas -la historia, la geología, la lingüística, la biología y la arqueología entre otras -, pero cuando la encuentran la usan sin tener en cuenta el contexto o las interpretaciones estándar. Se centran en las anomalías en lugar de en la preponderancia que la evidencia revela a un investigador razonable. Los charlatanes de la pseudohistoria tratan temas sensacionalistas como continentes perdidos, tribus perdidas, el fin del mundo, el retorno de los astronautas o dioses antiguos, e incluso grandes conspiraciones perdurables durante siglos. Muchos pseudohistoriadores son obsesivos sobre su tema y sufren de sesgo de confirmación en sus métodos cuando son sinceros, esto es. Otros pueden ser cínicos acerca de sus pseudoteorías, como Juan José Benítez, y por lo tanto están dispuestos a decir o escribir cualquier cosa que se venda tanto si lo creen o no.

Todo tipo de motivaciones nacionalistas, etnocéntricas y raciales están detrás de las erróneas hipótesis de exploración y colonización precolombina. La pseudohistoria ha inspirado algunas religiones racistas: Identidad cristiana y la Nación del Islam.

Los pseudohistoriadores, incluyendo a Graham Hancock, usan a menudo un enfoque legal más bien que empírico o científico a la argumentación. Los abogados proporcionan argumentos para ganar los casos, llegar a la verdad objetiva es una meta secundaria. Sólo presentan evidencia que apoya su caso e ignoran evidencia que la pone en duda. Para los eruditos, encontrar la verdad, o al menos la aproximación más cercana posible a ella, es primordial. Miran toda la evidencia para determinar qué pasó. Los pseudohistoriadores y los pseudocientíficos generalmente argumentan al estilo de los abogados. Es un enfoque que los eruditos profesionales consideran a la vez ineficaz para hacer avanzar el conocimiento, y despreciable porque los eruditos profesionales conocen la información crucial y la evidencia que ha sido dejada fuera o ignorada por los pseudohistoriadores. Los lectores laicos que esperan un intento de buena fe, para encontrar la verdad, del autor de un libro, a menudo son alegremente inconscientes de que su confianza ha sido abusada. Los refutadores surgen para revelar el engaño, pero los pseudohistoriadores nuevos siempre logran aparecerce varios pasos por delante de ellos.[1]

Véase también

Referencias y ligas externas

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  1. Ronald H. Fritze. (2011). Invented Knowledge: False History, Fake Science and Pseudo-religions. Reaktion Books. ISBN 9781861898173