Pseudoarqueología

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El término pseudoarqueología (o arqueología alternativa) se utiliza para denotar varios enfoques usados para investigar el pasado remoto empleando métodos paranormales y/o normas pseudocientíficas como argumentos.

El género ha existido al menos desde finales del siglo XIX, aunque sus raíces se remontan aún más atrás en la tradición de movimientos tales como la masonería y los rosacruces. Sus practicantes se distinguen de los arqueólogos en que argumentan a favor de una visión simplista de una antigüedad esencialmente poblada de maravillas como supercivilizaciones perdidas, continentes hundidos, trastornos cataclísmicos cíclicos, civilizadores extraterrestres, o élites gobernantes sacerdotales en sintonía psíquica. Los autores alternativos también pueden afirmar que han descubierto hasta ahora indicios de una "sabiduría antigua" perdida que, en su forma pesimista, advierte de catástrofes graves que amenazan a la humanidad o, en una manifestación más alegre, promete renovación espiritual en todo el mundo.

Los escritores alternativos por lo general no tienen las cualificaciones en el campo de la arqueología, sin embargo, dicen ser los revolucionarios que van a transformar nuestra visión del pasado profundo. Desprecian el método científico por el que la arqueología real ha construido cuidadosamente una imagen de ese pasado: a saber, el análisis racional de los artefactos asociados, de cualquier tamaño y naturaleza, que se han encontrado y estudiado en contextos claramente definidos y repetidos. En su lugar, el campo alternativo se basa en una variedad de métodos "dudosos" en apoyo de sus pretensiones. En estos trabajos, el modo de argumentación es a menudo legalista y asociativo. Presentan una abundancia de preguntas e insinuaciones retóricas, más que académicas y probatorias, es decir, no montan un argumento sostenido y coherente basado en datos verificables. Sobre tales bases débiles, los pseudoarqueólogos plantean alternativas de posibilidad fantástica.

Distinción entre arqueología y pseudoarqueología

La verdadera arqueología es una disciplina científica tanto práctica como interpretativa. El lado práctico consiste en la recopilación de evidencia física del pasado a través de procedimientos cuidadosos (estudios de campo, excavación, extracción de muestras, y así sucesivamente). Una vez reunida la evidencia, permanece muda y sólo habla cuando se interpreta en relación con el entorno físico y cultural que la produjo. Un muro no es más que material mudo hasta que se identifica como el muro de Adriano, cuando el análisis del mismo revela mucho acerca de la organización y el despliegue del ejército romano, las antiguas técnicas de construcción militar, las políticas de frontera romana en la época de Adriano, y demás.

Dado que la escritura sólo ha estado con nosotros durante los últimos 5,000 años y muchas civilizaciones nunca la desarrollaron en absoluto, la arqueología debe, en su mayor parte, proceder sin los conocimientos obtenidos de lo que la cultura en estudio tiene que decir acerca de sí misma. Esto hace que el trabajo de interpretación arqueológica sea un tanto más laboriosa y gradual, mientras que la nueva evidencia, que constantemente se está descubriendo, a menudo obliga a que se revisen los viejos puntos de vista o sean abandonados. Cualquier hipótesis arqueológica nueva y ambiciosa, con el fin de ser convincente, tiene que hacer un buen trabajo de explicar la mayor cantidad de pruebas que se pueda; más importante, también debe hacer un mejor trabajo de explicación de la hipótesis que se pretende sustituir.[1]

Sin embargo, el carácter interpretativo de la arqueología deja abierta la acusación de no ser un "hecho", sino "una mera conjetura. Esta es algo que aprovechan en su beneficio los pseudoarqueólogos y sus partidarios.[2] Trayendo esto a colación, los debates entre los puntos de vista establecidos y los alternativos se presentan como asuntos de mera opinión. De esta manera, los pseudoarqueólogos pueden presentar sus especulaciones como cualquier otro lote de opiniones sobre el pasado, ni más ni menos demostrable que las opiniones educadas convencionales en tales materias. (Curiosamente, los escritores alternativos también sostienen la opinión de que la arqueología académica es una ortodoxia dogmática; pero si esto fuera así, el dogma supuestamente se compone de conjeturas subjetivas, por lo tanto, ¿bajo qué criterios y con qué procedimientos se seleccionan las conjeturas, ya sea para unirse a la arqueología oficial o ser rechazada como una herejía? Esto nunca es explicado.)

Al igual que con cualquier ciencia y su contraparte, la pseudociencia, la distinción real entre la arqueología y la pseudoarqueología radica en cuestiones de método. Porque, aunque las hipótesis arqueológicas deben respetar la evidencia y, para ganar la aceptación, deben tener éxito en presentarse con sentido científico a través de un análisis rigurosamente racional, la arqueología alternativa no sufre de ningún tipo de restricciones y puede deambular libre y ampliamente. Puede escoger y elegir qué presentar a sus lectores; evitar los requisitos de la lógica, la coherencia, y (en muchos casos), la verosimilitud; así mismo puede especular sobre infinitas posibilidades concebibles que los pseudoarqueólogos creen que pronto serán reivindicadas por espectaculares hallazgos que, lamentablemente, nunca parecen materializarse.

Las conclusiones alcanzadas por métodos defectuosos son, por tanto, defectuosas, y es esta la observación directa que invalida todo el género de la arqueología alternativa, los métodos que son tan profundamente fallidos como para ser completamente inútiles. Por lo tanto, el quid de la cuestión reside en el procedimiento y el método, por lo que el resto de esta entrada se centra en estos temas.

Pseudopráctica

Los pseudoarqueólogos rara vez, o nunca, se han dedicado a la parte práctica de la arqueología en campo, pero en ocasiones, ellos dependen de sus propios métodos. El uso de visiones psíquicas para explicar el pasado es un ejemplo prominente. En la década de 1920, y hasta la década de 1940, el supuesto psíquico Edgar Cayce (1877-1945) tenía unas 700 visiones relativas a la evolución humana y la Atlántida. Por ejemplo, vio que la humanidad estaba compuesta, en su origen, por pensamiento, sin la presencia corpórea -una aseveración especialmente difícil comprobar en el registro físico. Declaró que los restos del Hombre de Piltdown, descubiertos en Inglaterra entre 1908 y 1912, correspondían a un colonizador Atlante que había encontrado su camino a Gran Bretaña. Sus fuentes psíquicas, al parecer, no fueron advertidas de que el hombre de Piltdown fue un montaje hecho por el hombre, como se reveló de manera concluyente en 1953. El descubrimiento del engaño supone, por cierto, un testimonio de la naturaleza de auto-corrección de la arqueología y paleontología. Cayce predijo además que la Atlántida se levantaría de nuevo en 1968 ó 1969 y que una Sala de Registros Atlantes se abriría en la década de 1990 en Giza en Egipto. Cayce también afirmó que en una vida anterior, él mismo había sido un sacerdote atlante llamado Ra Ta, y que había fundado la cultura del antiguo Egipto en 10,500 AEC.

De manera similar, otros psíquicos (en particular, Helena Blavatsky) llenaron la antigüedad con eventos extraordinarios y seres maravillosos. Blavatsky, en el testimonio de tabletas oscuras del Tíbet que sólo ella pudo ver, afirmaba que la humanidad había sido una medusa astral que vino a la Tierra y fundó la Atlántida y Lemuria (otro continente perdido); este último fue poblado por simiescos hermafroditas de cuatro brazos, que pusieron huevos. No hace falta decir que ninguna de estas afirmaciones ha sido fundamentada de manera convincente y están en contra de la evidencia observable, y algunas (como las aseveración que hizo Cayce sobre el hombre de Piltdown) han demostrado de manera concluyente ser incorrectas. Las visiones psíquicas no son la mejor manera de investigar el pasado.

Un "método", relacionado con la arqueología psíquica pero igual de pseudocientífica, es la radiestesia. Se han hecho extravagantes afirmaciones sobre la eficacia de la radiestesia en la localización de sitios arqueológicos, pero la técnica aún no ha demostrado que es consistentemente eficaz como los métodos estándar de reconocimiento del terreno y excavación.[3]

Pseudointerpretación

La verdadera práctica arqueológica (que produce resultados muy claros, o no, según sea el caso), tiene un proceso de interpretación más abierto a posibilidades "alternativas". La imagen del pasado trazada principalmente de fuentes arqueológicas puede ser caracterizada como una amalgama de interpretaciones o hipótesis explicativas formuladas por los arqueólogos e historiadores antiguos para dar sentido a la evidencia que han descubierto. Teniendo en cuenta esto, se tienen dos opciones. Se pueden considerar todas las hipótesis explicativas igualmente válidas, o considerar algunas más válidas que otras. El primer enfoque conduce a una especie de anarquía intelectual, en la que no hay manera de distinguir las buenas explicaciones de aquellas que son malas. En este universo, la afirmación de que los alienígenas ancestrales ayudaron a construir las pirámides utilizando poderes mágicos tendría tanto crédito como la afirmación de que los antiguos egipcios las edificaron con puro trabajo duro.

Es claro para cualquier persona educada que no todas las afirmaciones sobre el pasado son igualmente válidas. Por tanto, la verdadera pregunta es, ¿cómo podemos distinguir las buenas y las malas hipótesis explicativas? Las hipótesis arqueológicas genuinas se sostiene con dos bases: la rendición ante la evidencia (es decir, todas las pruebas pertinentes, no sólo las partes convenientes de la misma) y el análisis racional. Las propuestas de la arqueología, como en cualquier disciplina intelectual, no pueden ser verificadas por un análisis selectivo más de lo que se puede confiar en las afirmaciones inherentemente no verificables (tales como supuestas visiones psíquicas). En este sentido, la arqueología sigue un método ampliamente científico: se formulan hipótesis y a continuación se comprueba la consistencia lógica y la rendición de cuentas en contra de la evidencia disponible; las conclusiones son provisionales mientras haya apoyo de la evidencia; las conclusiones son revisadas constantemente a la luz de nuevas evidencias o modos más sofisticados de análisis. Las hipótesis que resisten un escrutinio constante llegan a ser ampliamente difundidas; las que no lo logran, se descartan o son archivadas para su posible consideración en el futuro. Este proceso de interpretación se complica debido a importantes lagunas en la evidencia sacada de la antigüedad. Cuanto más atrás van los arqueólogos, mayores son las lagunas. Y cuanto mayor sea la brecha, mayor será el margen de competencia entre las hipótesis explicativas. Por ejemplo, muy poco se puede deducir a partir de culturas que no han dejado ninguna evidencia escrita. Los historiadores antiguos y los arqueólogos están acostumbrados a vivir con lagunas en sus evidencias, con cosas que no pueden ser completamente explicadas incluso con, a falta de un término mejor, misterios antiguos. Su actitud hacia estas lagunas es ponerlas a un lado hasta que nuevas evidencias o mejores hipótesis puedan arrojar luz sobre ellas. Mientras tanto, tienden a centrarse en líneas más productivas de investigación más que en especular interminablemente sobre lo que no puede (todavía) ser controlado. Hay, pues, una incertidumbre incorporada en el centro de la interpretación arqueológica que deja la puerta abierta a nociones pseudocientíficas de pseudoarqueólogos que tratan de pasar por alto los métodos adecuados con fin de meter a chaleco sus falsas teorías favoritas. En cambio, han desarrollado una batería de "métodos" y enfoques para hacerlo. Sería imposible inspeccionar todos ellos aquí, así que una muestra de los procedimientos característicos más comunes del género tendrá que ser suficiente.

Presentación selectiva y/o distorsionada del conocimiento establecido

Las aseveraciones pseudoarqueológicas se basan habitualmente en una presentación sistemática de pruebas selectivas antiguas y en teorías obsoletas, argumentos refutados, o desde hace mucho tiempo desacreditados. Presentan elementos específicos de la antigüedad que parecen satisfacer sus demandas e ignoran el resto. A menudo afirman que existen misterios no resueltos cuando, de hecho, ya la mayoría. Muchas veces presentan sitios o artefactos como misteriosos y poco conocidos pero que los verdaderos arqueólogos ya los han estudiado por mucho tiempo y cuyos resultados se encuentran en revistas científicas reputadas. Además, las presentaciones de los charlatanes a menudo varían sobre el canon de las culturas antiguas, desde los egipcios a los mayas con los jemeres a Isla de Pascua. Dado que los lectores en general no pueden estar siempre informados acerca de los últimos avances en todos estos campos especializados de estudio, se convencerán fácilmente por una masa impresionante grande de "pruebas" alternativas. Invariablemente, cuando las aseveraciones se investigan más, las explicaciones más razonables emergen rápidamente.[4]

Dependencia de las supuestas "anomalías"

Los arqueólogos alternativos muestran un enfoque obsesivo en hallazgos y sitios raros. Por esta razón, sus libros generalmente sondean el mismo material hasta la saciedad, y sus fantásticas explicaciones no pueden arrojar luz sobre la gran cantidad de pruebas del pasado antiguo ya que se basan en un conjunto de datos erróneos (es decir, excepciones anómalas en lugar de evidencias reales). Dado que sus explicaciones se basan en fundamentos tan endebles, su trabajo se caracteriza por la especulación desenfrenada y salvaje de posibilidades que se ofrecen para llenar las enormes lagunas en sus escenarios. Un ejemplo clásico se refiere a las grandes figuras de animales y patrones complejos inscritos en la superficie del desierto de Nazca en Perú. Se tiene muy poca evidencia de la cultura que las creó (aunque sus fechas de construcción son fijadas, por la cerámica encontrada, entre c. 200 AEC y 600 EC), por lo que la función prevista de las líneas sigue siendo un auténtico misterio para los arqueólogos reales, aunque han sido propuestas varias hipótesis plausibles.[5] Para los arqueólogos alternativos, sin embargo, las representaciones de Nazca son sitios de aterrizaje para extraterrestres o mensajes codificados de la perdida Atlántida. A diferencia de los verdaderos arqueólogos, los pseudoarqueólogos no muestran ningún deseo de relacionar las Líneas de Nazca a la cultura local que los produjo o buscar explicaciones obvias o racionales para su existencia. En cambio, las líneas son tratadas como si desafiaran cualquier análisis racional (cosa que no es cierta), y se ofrecen locas especulaciones como si fueran explicaciones razonables.

Reinterpretación de artefactos específicos o sitios enteros fuera de contexto

Los pseudoarqueólogos a menudo presentan artefactos o sitios enteros fuera de contexto para apoyar sus afirmaciones (tal como se acaba de señalar con las líneas de Nazca). Por lo tanto, en trabajos recientes, la Esfinge de Giza en Egipto y la ciudad de Tiahuanaco en Bolivia están separadas de sus contextos históricos firmemente establecidos y presentadas como evidencia de una sofisticada, "siembra" hecha por una supercivilización de la era de 10,500 AEC (aunque las fechas superior e inferior de esta gran civilización varían en trabajos alternativos por tantos como 10,000 años). Los defensores no se perturban por la falta completa de cualquier contexto arqueológico de la Esfinge o de Tiahuanaco.

"Decodificación" de rastros de historia oculta o de conocimiento avanzado en los mitos o iconografía antiguos

Los pseudoarqueólogos a menudo claman un conocimiento especial que se ha "codificado" en ciclos de mitos antiguos y/o imágenes. A continuación, afirman que "decodificar" este conocimiento, por lo general por medio de la interpretación literal de mente y subjetiva, pero a veces (como con el Código de la Biblia) por medios aparentemente sofisticados. Naturalmente, las inmensas complejidades en el estudio académico, y el dar sentido a la amplia gama de mitologías humanas, no se abordan nunca. La pregunta metodológica más básica es ¿cómo sabemos que esta información vital fue intencionalmente "codificada" en los mitos por los antiguos y que no fue, en realidad, colocada allí por la imaginación de los escritores modernos?[6]

Sustitución de la evidencia arqueológica por especulaciones sin base

La verdadera arqueología se basa en artefactos de todas las formas y tamaños (desde granos de polen a ciudades enteras) en la reconstrucción del pasado. Los pseudoarqueólogos no han podido ofrecer un único trozo de tales pruebas en apoyo de sus afirmaciones. Por lo tanto, recurren a la fabricación de evidencia propia. Una forma de hacerlo es volver a asignar los monumentos de culturas establecidas a sus falsas alternativas. Otra es la de ofrecer especulaciones como si fueran pruebas. Por ejemplo, las correlaciones que se perciben entre la posición de los monumentos en el suelo y determinadas constelaciones en el cielo han sido utilizadas para volver a fechar sitios familiares a épocas muy anteriores sobre la base de la precesión del eje de la Tierra (es decir, el movimiento aparente de las estrellas a través del cielo en un ciclo de 26,000 años, algo llamado precesión de los equinoccios). La pretensión es que las estrellas y los monumentos fueron alineados estrechamente en una fecha muy temprana, por lo que se puede "deducir" que los monumentos fueron construidos en esa fecha o que intencionalmente "conmemoran" la misma. De cualquier manera, las alineaciones parecieran ofrecer pruebas contundentes de una civilización avanzada antes de tiempo. Este método falaz se ha aplicado a las pirámides de Giza, los monumentos Khmer en Angkor, en Camboya; y algunos sitios de América Central y del Sur (en particular, Tihuanaco). El uso del argumento de las estrellas alineadas se hace más eficaz cuando se combina con la selectividad de la presentación, es decir, que sólo los monumentos que "encajen" se incluyen, el resto se ignoran. Más preocupante es que todas las demás pruebas pertinentes sobre la datación del sitio bajo investigación se han descuidado o son rechazadas. Pero cuando no hay ninguna indicación de que la antigua cultura de que se trate sabía de la precesión de los equinoccios o, en general, que haya ubicado sus monumentos de modo que mapeara las constelaciones, ¿cómo puede el investigador estar seguro de que su percepción de un patrón es históricamente significativa y que refleja las intenciones de los antiguos constructores en vez de ser una la habilidad de los escritores modernos para discernir los patrones?

Intentos de implementar la autoridad de ciencias no históricas para establecer hipótesis históricas

El argumento de la alineación de estrellas es un ejemplo de este método también. Intenta utilizar la ciencia dura de la astronomía y el hecho de la precesión de los equinoccios como elementos esenciales de un cuadro "alternativo" del pasado humano. Del mismo modo, el uso de las matemáticas para encontrar números "significativos" (pi, o la circunferencia de la tierra, por ejemplo) supuestamente codificados en las proporciones de los monumentos antiguos, como las pirámides de Giza, es realmente una apelación a la autoridad de los números en la cultura moderna -su "descubrimiento" en los monumentos parece un hecho incontrovertible para la mente moderna. Pero el que los números fueran colocados allí intencionalmente por los antiguos constructores no se ha establecido por medio de argumentos o pruebas; simplemente se asume como un hecho. La propuesta no se ha comprobado frente a monumentos comparables para ver si la presunta "codificación" de un número significativo se encuentra en todas las pirámides; en vez de eso se examinan sólo unos pocos monumentos. Recientemente, la Esfinge se ha vuelto a fechar ridículamente hasta épocas anteriores con base a la opinión geológica de un científico que dijo que la erosión del monumento fue por agua y no por viento y arena.[7]

Dado que Egipto ha sido árido al menos desde 5000 AEC, según este argumento de la erosión por agua, la Esfinge debe ser anterior a los egipcios y a la fecha tradicional de 2500 AEC. Esto, también, es un intento de incorporarse a la autoridad de una ciencia dura (geología) en apoyo de las aseveraciones históricas alternativas. De hecho, la geología es singularmente inadecuada como herramienta de datación histórica, dado que su perspectiva cronológica es mucho más profunda que el de la historia humana, y la velocidad a la que se erosionan las rocas no se ha establecido suficientemente como para que este método sea utilizado como "reloj" para monumentos hechos por el hombre. Una miríada de otras explicaciones para los patrones de erosión de la Esfinge que acomodan la fecha tradicional, arqueológicamente, se han establecido para el monumento. La supuesta nueva datación por erosión con el agua no es necesaria y es un ejemplo más de la especulación moderna que se quiso ofrecer como prueba dura.[8]

Usar insinuaciones para socavar la autoridad de la arqueología académica

La otra cara del método anterior implica el uso de insinuaciones, que es una característica cardinal de las presentaciones pseudoarqueológicas. Los escritores alternativos explotan las lagunas existentes en algunas partes de lo que ellos llaman la reconstrucción "ortodoxa" de eventos para socavar la credibilidad del conjunto: debido a que no sabemos exactamente cómo se construyeron las pirámides, que no se conoce todo sobre ellos ni de la egiptología como materia, entonces todo es tema de debate; debido a que no hay cadáveres encontrados en las pirámides, su condición de tumbas está abierto a la duda; y demás. La evidencia detallada que ha llevado a los arqueólogos a la conclusión de que las pirámides fueron construidas por los egipcios como tumbas para sus faraones, o bien no se presenta o será rechazada de plano como "ortodoxia" o "opinión" por parte de los pseudoarqueólogos. El lector en general, por lo tanto, se queda con una visión muy parcial de la situación, una que favorece las posibilidades alternativas sobre el punto de vista establecido fundado en evidencia.

El uso de trucos retóricos para enmascarar un caso débil

Aunque en toda buena escritura se utiliza la habilidad retórica en su presentación, cualquier escrito científico o de investigación requiere presentar evidencias de sus postulados y argumentos con respecto a ellas; sin embargo, las obras pseudoarqueológicas emplean una serie de estrategias retóricas que no se encuentran al servicio de un argumento coherente, sino como un sustituto del mismo. Una posibilidad es mencionada en una página y resucitada como un hecho establecido unas páginas más adelante. Las preguntas retóricas se utilizan para plantar sugestiones en la cabeza del lector que no pueden ser sostenidas por evidencias o argumentos detallados. Mucha retórica también se ha dedicado a recriminar a los arqueólogos académicos acusándolos de egoístas arrogantes, que no sólo están cerrados a cualquier "nuevo pensamiento", sino que también buscan suprimirla por medio de una especie de inquisición. ¿Bajo qué argumentos los arqueólogos académicos podrían querer suprimir sistemáticamente las nuevas evidencias? Es algo que nunca es explicado. Los arqueólogos no desean ganar debates retóricos, sino que están interesados ​​en la interpretación de todas las pruebas para averiguar lo que sucedió en el pasado.

Conclusión

Los métodos descritos aquí pueden considerarse diagnóstico de trabajos arqueológicos "alternativos". Al estudiar la historia de la pseudoarqueología, lo que es más notable es la completa falta de progreso en miras de una comprensión más completa desde que Ignatius Donnelly fundó el género en 1882. A pesar de las millones de páginas de argumentos alternativos, no estamos todavía un milímetro más cerca de encontrar la Atlántida, o de tener evidencia dura de alienígenas. Las propuestas alternativas pueden ser alineadas una junto a la otra, y ninguna será más verificable que la anterior. Esto se debe a que la pseudoarqueología no ofrece ninguna evidencia con qué trabajar y, por lo tanto, no tiene datos en los que apoyar sus aseveraciones.

No puede haber ninguna demostración más clara de cuál es el enfoque que ofrece los resultados más prometedores. Antes se pensaba que la civilización surgió en un lugar (por lo general Egipto o Mesopotamia) y se difundió hacia el exterior. Desde la Segunda Guerra Mundial y con la aplicación sistemática de la datación por carbono 14 a escala global, este punto de vista se ha convertido en insostenible. La evidencia nos dice ahora que las grandes civilizaciones del pasado surgieron en diferentes momentos y en diferentes lugares, en circunstancias similarmente intrigantes.

Los pseudoarqueólogos se niegan a aceptar este escenario. Todos ellos son implacablemente difusionistas en sus reconstrucciones, tanto si se identifica la fuente de una civilización como la Atlántida, o el espacio exterior. Por lo tanto, irónicamente, su pretensión de revolucionar nuestra visión de la antigüedad con un "nuevo pensamiento" es, en realidad, una llamada de regresión a un modelo anticuado sin el apoyo de evidencia dura. La arqueología alternativa no señala ningún camino a seguir; más bien, nos dirige hacia atrás.[9]

Referencias y ligas externas

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  1. Renfrew, C., and P. Bahn. (2000). Archaeology: Theory, Methods and Practice. 3d ed. London: Thames and Hudson.
  2. Hancock, G. (1995). Fingerprints of the Gods. New York: Doubleday.
  3. Von Leusen, M. (1999). “Dowsing in Archaeology: Is There Anything Underneath?” Skeptical Inquirer 23, no. 2: 33–41.
  4. James, P., and N. Thorpe. (1999). Ancient Mysteries. New York: Ballantine.
  5. Aveni, A. (1990). The Lines of Nazca. Philadelphia: American Philosophical Society.
  6. Steibing, W. H. 1984. Ancient Astronauts, Cosmic Collisions, and Other Popular Theories about Man’s Past. Amherst, NY: Prometheus.
  7. Schoch, R. M. (1999). Voices of the Rocks. New York: Crown.
  8. Jordan, P. (1998). Riddles of the Sphinx. New York: New York University Press.
  9. Michael Shermer. (2002). The Skeptic Encyclopedia Of Pseudoscience. ABC-CLIO, Inc. ISBN 1576076539
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