Matthias Rath
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Matthias Rath | |
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Información Biográfica | |
País |
![]() Alemania
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Lugar |
Stuttgart |
F. de Nacimiento |
1955 |
Información Personal | |
Ocupación |
Vendedor de vitaminas y charlatán anticientífico |
Website |
Matthias Rath es un médico charlatán alemán, y fundador de la “Medicina Celular”, que ofrece una supuesta alternativa a la lucha contra enfermedades cardiovasculares, enfermedades que afectan el sistema inmunitario y el cáncer. Fundó la “Alianza para la Salud” que está activa en los países europeos y América Latina.
Razón de su charlatanería
Rath ha generado controversia con sus afirmaciones. Declara que un programa a base de suplementos nutricionales (que él llama "medicina celular"), incluyendo formulaciones que él vende, se pueden tratar o curar enfermedades como la diabetes, afecciones cardiovasculares, el cáncer y el VIH/SIDA. Estas afirmaciones no son compatibles con ninguna investigación médica fiable. Rath dirige el Dr. Rath Health Foundation, ha estado estrechamente relacionado con Health Now, Inc., y fundó el Instituto de Investigaciones Dr. Rath.
Semblanza
Rath era director de Investigación Cardiovascular en el Instituto Linus Pauling de Palo Alto (California), y ya por entonces denotaba cierta tendencia hacia los gestos grandilocuentes, como cuando publicó un artículo en el Journal of Orthomolecular Medicine en 1992 titulado "Una teoría unificada de la enfermedad cardiovascular humana que muestra el camino a la abolición de esa enfermedad como factor de mortalidad humana" [1]. La teoría unificada en cuestión consistía en dosis elevadas de vitaminas.
Sus ventas en Europa le proporcionaron una base desde la que expandirse a otros mercados. Vendía sus píldoras empleando tácticas y métodos ligeramente agresivos. En el Reino Unido, sus anuncios aseguraban que «el 90 % de los pacientes que reciben quimioterapia para tratar el cáncer fallecen a los pocos meses de iniciar el tratamiento», y sugerían que, si se dejaba de tratar a esos pacientes con la medicina convencional, se podrían salvar tres millones de vidas. Según Rath, la industria farmacéutica estaba dejando deliberadamente que murieran muchas personas a cambio de un beneficio económico. Los tratamientos contra el cáncer eran «compuestos venenosos» en los que no había «siquiera un solo tratamiento que fuera eficaz».
La decisión de embarcarse en un tratamiento contra el cáncer puede ser la más difícil que un individuo o una familia pueda tomar y representa un equilibrio precario entre los beneficios bien documentados del mismo y sus igualmente bien documentados efectos secundarios.
Declaraciones como las de Rath pueden influir fuertemente en la conciencia si, por ejemplo, la madre de alguien acaba de perder todo el cabello a consecuencia de la quimioterapia con la esperanza de mantenerse con vida el tiempo suficiente para llegar a ver a sus nietos.
En Europa se produjo una limitada respuesta regulatoria. La Autoridad de Estándares Publicitarios británica criticó uno de sus anuncios en el Reino Unido, pero eso es todo lo que, en esencia, puede hacer dicha autoridad. Rath fue obligado por un tribunal berlinés a dejar de afirmar que sus vitaminas podían curar el cáncer, si no se quería enfrentar a una multa de 250,000 euros.
En África
Pero las ventas iban viento en popa y Rath continúa teniendo muchos seguidores en Europa. Así que se introdujo en Sudáfrica acompañado de todos los elogios, acompañado de la confianza en sí mismo y la riqueza que había amasado como empresario de píldoras vitamínicas de éxito en Europa y Estados Unidos, y empezó a publicar anuncios a toda página en los periódicos de aquel país.
«Aquí llega la respuesta a la epidemia del sida», proclamó. Los fármacos antirretrovirales eran venenosos y eran fruto de una conspiración para matar a los pacientes ganando mucho dinero. «Pongamos freno al genocidio del sida cometido por el cartel de los medicamentos —rezaba uno de aquellos titulares—. ¿Por qué seguir envenenando a los sudafricanos con el AZT? Hay una respuesta natural al sida». La respuesta eran pastillas de vitaminas, claro está. «El tratamiento multivitamínico es más eficaz que ningún fármaco tóxico contra el sida.» «Las multivitaminas reducen a la mitad el riesgo de desarrollar el sida.»
La compañía de Rath gestionaba clínicas donde se aplicaban esas ideas y, en 2005, decidió realizar un ensayo de sus vitaminas en un distrito segregado de las proximidades de Ciudad del Cabo llamado Khayelitsha. Para ello, administró su propia fórmula, VitaCell (con el número de marca registrada 78403906[2], a personas con sida en un estadio avanzado de la enfermedad.
En 2008, ese ensayo fue declarado ilegal por el Alto Tribunal de Sudáfrica para la provincia del Cabo. Aunque Rath aseguró que ninguno de los participantes en su prueba estaba anteriormente bajo tratamiento con antirretrovirales, algunos familiares de éstos habían prestado declaración afirmando que sí lo estaban y que se les había instruido expresamente para que dejaran de tomar esos fármacos.
Lo realmente trágico del asunto fue que Matthias Rath había llevado aquellas descabelladas ideas suyas justamente al lugar más adecuado para que prosperaran. Thabo Mbeki, quien a la sazón era presidente de Sudáfrica, era un famoso «disidente» en materia de tratamientos contra el sida, y ante el horror internacional, en un momento en que, en su país, fallecía una persona cada dos minutos por culpa de esa enfermedad, dio crédito y apoyo a las afirmaciones de una pequeña banda de activistas antisistema, entre los que figuraban desde quienes negaban la existencia del SIDA como tal, hasta quienes negaban que fuera causado por el VIH, pasando por quienes aseguraban que la medicación antirretroviral hacía más daño que bien.
En diversos momentos y coincidiendo con el máximo apogeo de la epidemia del SIDA en Sudáfrica, el gobierno de aquel país argumentó que el VIH no era la causa del sida y que los fármacos antirretrovirales no resultaban útiles para los pacientes de dicha enfermedad. Las autoridades se negaron a desplegar programas adecuados de tratamiento de la epidemia, a aceptar donaciones gratuitas de fármacos y a tomar las subvenciones económicas que se les ofrecía desde el Fondo Mundial (de Lucha contra el Sida) para adquirir medicamentos.
Publicidad, pseudociencia y charlatanería
Rath ha llegado incluso a afirmar que sus actividades cuentan con el respaldo de una ingente lista de patrocinadores y entidades afiliadas, incluidas la OMS, la UNICEF y el ONUSIDA. Todas ellas han hecho públicas declaraciones en las que denuncian sin ambages las afirmaciones y las actividades de este hombre.
Rath enarbola a su favor, y muy concretamente, las conclusiones extraídas de un estudio de la Universidad de Harvard llevado a cabo en Tanzania. Rath hizo referencia a esa investigación en anuncios a toda página, algunos de ellos aparecidos incluso en The New York Times y en el Herald Tribune. Él, descaradamente, cuenta (y alardea de) esa publicidad pagada en prensa como si fuera cobertura informativa favorable de su actividad en esos mismos diarios. Esa investigación mostraba que los suplementos multivitamínicos pueden ser beneficiosos para la población de un país en vías de desarrollo afectado por el sida.
Los investigadores reunieron a 1078 embarazadas seropositivas y les asignaron aleatoriamente la administración de un suplemento vitamínico o bien la de un placebo. Este es un ensayo (a gran escala, bien realizado y financiado con fondos públicos) sobre los efectos de los complementos de vitaminas que ha sido llevado a cabo por científicos convencionales. Esas mujeres fueron objeto de seguimiento durante varios años y, a la conclusión del estudio, el 25% de las que habían recibido el tratamiento con vitaminas estaban gravemente enfermas o habían fallecido, frente al 31 % de las del grupo del placebo. Se observó también un beneficio estadísticamente significativo en cuanto al recuento de células CD4 (un indicador de la actividad del VIH) y las cargas virales. No se puede decir en ningún caso que tales resultados fueran espectaculares (y, desde luego, no son comparables con los efectos demostrables de los antirretrovirales en cuanto a vidas salvadas), pero lo que sí demostraron es que una dieta mejorada, o el consumo de píldoras vitamínicas genéricas (y baratas), puede suponer un modo sencillo y relativamente económico de retrasar (aunque sólo sea marginalmente) la necesidad de iniciar la medicación contra el VIH en algunos pacientes. [3]
En manos de Rath, sin embargo, ese estudio se convirtió en prueba empírica de que las pastillas de vitaminas son superiores a la medicación como tratamiento contra el VIH-sida, que las terapias antirretrovirales «dañan gravemente todas las células del organismo (incluidos los glóbulos blancos de la sangre)» y, peor aún, que, «por consiguiente, no mejoran, sino que más bien empeoran las inmunodeficiencias y expanden la epidemia del sida». Los investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard quedaron tan horrorizados que elaboraron una nota de prensa en la que ponían de manifiesto su apoyo a la medicación y en la que declaraban lisa y llanamente, con meridiana claridad, que Matthias Rath había tergiversado sus resultados. Los reguladores de los medios de comunicación no actuaron al respecto.
Campañas contra detractores
Cuando Eric Goemaere, presidente de Médicos sin Fronteras-Sudáfrica y uno de los pioneros en la aplicación de la terapia antirretroviral en aquel país declaró «Ese sujeto está matando a la gente atrayéndola con el señuelo de un tratamiento no reconocido y carente de toda base empírica científica», Rath lo demandó.
Pero Rath no sólo ha perseguido a Médicos Sin Fronteras. También ha presentado querellas (muy costosas en tiempo y dinero) contra un profesor investigador sobre sida, contra varias de las personas que le han criticado en los medios y contra más gente.
Su campaña más abyecta ha sido la emprendida contra la Treatment Action Campaign (TAC). Durante muchos años, ésta ha sido la organización clave en las campañas para el acceso a la medicación antirretroviral en Sudáfrica.