Apelación a la intuición
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La intuición (del latín intuitio, «mirar hacia dentro» o «contemplar») es un concepto de la teoría del conocimiento que se aplica también en la epistemología y que describe el conocimiento que es directo e inmediato, sin intervención de la deducción o del razonamiento, siendo considerado como evidente. En el lenguaje popular suele significar con frecuencia "presentimiento".
A veces se dice que la intuición es una fuente de conocimiento. "¿Cómo supiste que se casarían?" Podríamos preguntar. "Lo supe por pura intuición", podría ser la respuesta. Pero, ¿qué clase de cosa es esta intuición? ¿Es un sexto sentido? ¿Los que afirman conocer algo "por intuición" alegarán veladamente tener percepción extrasensorial (PES)? Para tomar en serio esa afirmación, necesitaríamos pruebas que demuestren que en verdad existe tal cosa como la PES y que es una guía fiable de la verdad. Sin evidencia, la intuición en este sentido no puede considerarse una fuente fiable de conocimiento.
Pero la afirmación de conocer algo por intuición no necesita ser interpretada como una pretensión de poseer PES. En cambio, puede interpretarse como una afirmación de poseer lo que podría llamarse percepción hipersensorial (PHS). Algunas personas, como el Sherlock Holmes ficticio, son mucho más perceptivas que otras. Ellos notan cosas que otros no y, en consecuencia, hacen inferencias que otros pueden pensar que son injustificadas, pero en realidad no lo son -simplemente se basan en datos de las que la mayoría de las personas no son conscientes. Para saber por intuición que una pareja va a casarse, por ejemplo, nadie necesita haber leído sus mentes. Sólo necesita haber notado que exhiben algunos de esos comportamientos sutiles que indican el verdadero amor.
Uno de los ejemplos más notables de PHS proviene del reino animal. En 1904, un maestro retirado de Berlín, Wilhelm von Osten, afirmaba que su caballo -que llegó a ser conocido como "Clever Hans"- poseía una inteligencia equivalente a los humanos. Parecía ser capaz de responder correctamente a los problemas aritméticos, de decir la hora y de reconocer correctamente las fotografías de las personas que había conocido, entre otras cosas. Clever Hans respondía a las preguntas que se le hicieran al golpetear con su pezuña.
Oskar Pfungst no podía creer que un caballo poseyera poderes intelectuales tan extraordinarios. Lo que lo hacía escéptico era el hecho de que Clever Hans no daba una respuesta correcta cuando esta fuera desconocida para los presentes o cuando no pudiera ver a los que sí sabían la respuesta correcta. Pfungst concluyó que el caballo necesitaba algún tipo de ayuda visual. Lo notable era que la ayuda no tenía que ser dada intencionalmente.
Resulta que Hans obtenía la respuesta correcta atendiendo a cambios muy sutiles en la postura de la gente -algunos de esos cambios eran de menos de un quinto de milímetro. Aquellos que conocían la respuesta, por ejemplo, inconscientemente tensarían sus músculos hasta que Hans la produjera. Hans percibía esta tensión y la consideraba su señal. Pfungst demostró más allá de una duda razonable que la habilidad de Clever Hans no radicaba en su destreza intelectual sino en su agudeza perceptiva. Gracias a Hans nació lo que hoy se conoce como Efecto Clever Hans.
Nuestra capacidad de percibir señales de comportamiento sutiles no es menos notable que la de Clever Hans. El psicólogo Robert Rosenthal ha estudiado esta capacidad en profundidad. En un intento de determinar hasta qué punto los experimentadores psicológicos pueden influir no verbalmente en sus sujetos, Rosenthal ideó el siguiente experimento. Se les pidió a los estudiantes que miraran fotografías de diez personas y las calificaran en términos de su éxito o fracaso. La escala varió de +10 (éxito extremo) a -10 (fracaso extremo). Las fotografías utilizadas habían sido determinadas de forma independiente para obtener una calificación de éxito cercana a 0 de la mayoría de las personas. A los experimentadores se les dijo que su tarea era replicar los resultados obtenidos en experimentos previos. Se les pagaba un dólar por hora por realizar el experimento, pero se les prometió dos dólares por hora si lograban los resultados deseados. A un grupo de experimentadores se les dijo que las personas de las fotografías habían recibido una calificación promedio de +5 en experimentos anteriores mientras que al otro grupo se les dijo que habían recibido una calificación promedio de -5. A los experimentadores no se les permitía hablar con sus sujetos de experimentación; podían leer las instrucciones experimentales, pero no podían decir nada más. Sin decir a sus sujetos cómo evaluar a las personas en las fotografías, los experimentadores que esperaban puntuaciones altas, sin embargo, recibieron puntuaciones más altas que cualquiera de los que esperaban puntuaciones bajas.[1] Este resultado se ha repetido en otros experimentos similares. ¿Cómo sabían los sujetos qué calificaciones querían los experimentadores? Observando y detectando señales de comportamiento sutiles. Llámese intuición si se quiere, pero en realidad no es más que percepción sensorial aguda.
Los que investigan la PES deben ser particularmente cautelosos con este tipo de efectos experimentales. Cualquier experimento que no los elimine no podrá aportar evidencia de PES, ya que los resultados obtenidos podrían deberse a la señalización del experimentador. Los experimentos de telepatía temprana no tuvieron en cuenta estos efectos y, en consecuencia, sus resultados no son convincentes. Simon Newcomb, primer presidente de la Sociedad Americana para la Investigación Psíquica y astrónomo distinguido, describe uno de estos primeros experimentos: "Cuando el agente sacaba cartas de un paquete, una a una, y en cada dibujo el percipiente nombraba una carta al azar, se encontró que la proporción de conjeturas correctas era mucho mayor de lo que debería haber sido como resultado del azar, lo que, por supuesto, sería 1 en 52". Sin embargo, si el perceptor pudiera ver al agente, el éxito del experimento podría deberse a una percepción hipersensorial más que a una percepción extrasensorial. Estos resultados experimentales, por tanto, no proporcionan evidencia de PES. Un experimento puede proporcionar evidencia de habilidades extraordinarias sólo si sus resultados no pueden explicarse en términos de habilidades ordinarias.[2]
Referencias y ligas externas
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