Fármacos "yo-también"

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Los medicamentos "yo-también" (“me-too” en inglés) son fármacos estructuralmente muy similares a otros ya conocidos, únicamente diferenciados por variaciones farmacológicas menores. Estas pequeñas variaciones en muchas ocasiones no suponen una mejora terapéutica, sin embargo permiten a la industria farmacéutica vender nuevos fármacos a precios mayores a los ya preexistentes sin arriesgar demasiado, sin proponer nuevos estudios y ampliar el tiempo de las patentes. Es una forma de fraude legal.

Historia

Muy de vez en cuando, las compañías introducen en el mercado un medicamento innovador, pero en la mayoría de los casos, lo único que presentan es una interminable lista de sobras: medicamentos "yo-también", que son versiones de fármacos que ya existían en el lejano pasado. Pero las farmacéuticas no suelen cocinar sus propios platos. Los investigadores que reciben fondos del NIH realizan a menudo el trabajo inicial del descubrimiento de las drogas. Luego, las compañías siguen expandiendo y sacando provecho de esos descubrimientos.

En los cinco años que pasaron entre 1998 y 2002, la FDA aprobó 415 medicamentos nuevos, de los cuales sólo el catorce por ciento fueron innovadores en realidad. El nueve por ciento consistió en fármacos antiguos que habían sufrido algún cambio, el cual, según los parámetros de la FDA, los mejoraba en forma significativa. ¿Y el 77 por ciento restante? Fueron medicamentos "yo-también", clasificados por la entidad como medicinas no mejores que las que ya se encuentran en el mercado para el tratamiento de ciertas enfermedades. Algunas tienen composiciones químicas que difieren de las originales; la mayoría, no. Pero ninguna pudo ser considerada mejor que la anterior. Así pues, no cabe duda: el 77 por ciento del producto de la industria farmacéutica está compuesto de sobras.

Este engaño es posible gracias a una falla crucial en las leyes; a saber, las compañías sólo deben demostrarle a la FDA que los nuevos medicamentos son "eficaces". No tienen que probar que son más eficaces que (o incluso, tan eficaces como) los que ya se utilizan para tratar la misma enfermedad. En los ensayos clínicos comparan sus medicamentos nuevos con placebos en vez de hacerlo con las que proporcionan el tratamiento apropiado. De hecho, sobre la base de los ensayos realizados con placebos, drogas que son incluso peores que las que existen en el mercado pueden obtener aprobación. Lo último que las compañías desean es una comparación de igual a igual. Solamente cuando se vuelve obvio el peligro de privar a las personas del tratamiento utilizando placebos, las compañías deciden comparar el nuevo tratamiento con el antiguo.

Esta falla en la ley es decisiva para entender la industria farmacéutica moderna. Prácticamente sin ayuda de nadie, la ley ha logrado que la industria se transforme en un gigantesco negocio de "yo-también". Si las compañías tuvieran que demostrar que sus fármacos son mejores que los tratamientos antiguos, habría muchos menos medicamentos "yo-también", pues muy pocos pasarían las pruebas. A la industria no le quedaría más remedio que crear nuevas medicinas importantes, en vez de seguir el camino más fácil y barato que consiste en atribuirles nuevos beneficios a medicamentos viejos. Pero esto es lo que hacen.

Renovadores de patentes

A veces es sólo cuestión de alargar la vida de un medicamento de gran éxito en ventas que empieza a decaer: crean un fármaco prácticamente idéntico y convencen a los clientes de usarlo. Lo único que necesita el medicamento nuevo es ser un poco distinto, lo suficiente para lograr una nueva patente.

El caso Nexium

Tomemos el caso de Nexium: se trata de un medicamento contra la acidez estomacal, del tipo de inhibidor de la bomba de protones creado por la compañía británica AstraZeneca. Salió a la venta en 2001, en el preciso momento en que su medicamento de gran éxito en ventas para tratar la acidez, Prilosec, estaba a punto de perder la patente. No fue una coincidencia. A menos que hubiera un reemplazo, la pérdida de la patente de Prilosec hubiera significado un golpe devastador para la compañía. Con seis mil millones de dólares en ventas por año, Prilosec fue, en su momento, el medicamento de mayores ventas en el mundo. Cuando expirara la patente, habría tenido que competir con los fabricantes genéricos, y sus ventas hubiesen disminuido enormemente.

Así que, como parte de una estrategia multifacética para evitar la pérdida de ingresos (que implicaba, entre otras cosas, juicios contra fabricantes potenciales de genéricos), AstraZeneca urdió un plan audaz. Prilosec consiste en una mezcla de una forma activa y de una posiblemente inactiva (llamadas isómeros) de la molécula omeprazol (cuyo producto era Losec, en México[1]). La compañía patentó la forma activa de la molécula de Prilosec, la llamó Nexium (no hubiera sido apropiado llamarla "Semi Prilosec", pero eso es lo que era), y la promocionó como Prilosec mejorado, justo a tiempo para atraer a los usuarios antes de que caducara la patente de Prilosec. El plan funcionó.

Poco antes de la fecha de vencimiento de la patente de Prilosec, la empresa obtuvo la aprobación de la FDA para Nexium, recién patentado. Entonces lanzó una masiva campaña publicitaria para convencer a los usuarios y a sus médicos de que Nexium era de algún modo mejor. Rápidamente, Nexium se convirtió en la droga más publicitada de los Estados Unidos. Los medios se vieron plegados de avisos de Nexium: "La pildora púrpura de hoy es Nexium, de los fabricantes de Prilosec". Para colaborar con el cambio, AstraZeneca fijó el precio de Nexium apenas por debajo del de Prilosec, dio descuentos a los planes de salud y hospitales, abrumó a los médicos con muestras gratis e incluso ofreció cupones en los periódicos. Según dicen, la campaña le costó a la compañía quinientos millones de dólares en 2001. De la noche a la mañana, Nexium (la nueva pildora púrpura) empezó a reemplazar a Prilosec. Poco después, la compañía eliminó en sus campañas publicitarias toda alusión al viejo medicamento. Empezaron a referirse únicamente a "la píldora púrpura llamada Nexium". Era como si Prilosec nunca hubiera existido (de hecho, en la actualidad, se vende Prilosec libremente por una mínima parte del costo de Nexium).

Muchos conocen esta historia, o al menos sus generalidades, y saben que tales maniobras corporativas constituyen una de las causas de los precios altos. Pero lo que no saben es el papel que desempeñan los ensayos clínicos. Para conseguir la aprobación de Nexium, AstraZeneca tuvo que someter a Nexium a varios ensayos clínicos. En algunos de ellos simplemente compararon Nexium con placebos para demostrar que peor es nada, puesto que esto es lo único que exige la FDA. Sin embargo, cuatro pruebas compararon Nexium con Prilosec de igual a igual (para erosiones esofágicas), y fueron decisivas en las estrategias de comercialización. La compañía quería justificar que Nexium era mejor que Prilosec, un avance significativo sobre el antiguo medicamento.

Pero observen lo que hizo AstraZeneca. En lugar de comparar dosis equivalentes (que hubiesen sido de no más de veinte miligramos y quizá tan bajas como de diez miligramos de Nexium contra la dosis usual de Prilosec de veinte miligramos), la compañía utilizó dosis más altas de Nexium. Comparó veinte miligramos y cuarenta miligramos de Nexium contra veinte miligramos de Prilosec. Teniendo los dados cargados de esta manera, Nexium dio la impresión de ser mejor que el medicamento anterior, pero aun así, sólo en forma secundaria y apenas en dos de las cuatro pruebas. En realidad, la única sorpresa es que en las dosis altas elegidas para la comparación, Nexium no dio mejores resultados. La conclusión lógica hubiese sido la de aumentar simplemente la dosis normal de Prilosec, permitir la competencia de los genéricos y olvidarse de Nexium, pero eso no habría ayudado a AstraZeneca, sólo a las personas con acidez estomacal que se niegan apagar cuatro dólares por una pildora (que por sí misma podría causar acidez). Tom Scully, el ex presidente de los centros de asistencia de Medicare y Medicaid le dijo a un grupo de médicos: "Quien recete Nexium debería avergonzarse".

Por lo general los medicamentos "yo-también" son producidos por empresas competidoras que crean sus propias versiones de medicamentos de gran éxito en ventas con el fin de aprovechar un mercado que ya ha demostrado ser tanto lucrativo como expansible. Además de Prilosec y Nexium, hay tres inhibidores de la bomba de protones en el mercado que provienen de otras compañías.

Quizá la familia más conocida entre los medicamentos "yo-también" son las estatinas, las drogas que bajan los niveles de colesterol en la sangre. La estatina original, Mevacor de Merck, salió al mercado en 1987. Era en verdad un medicamento innovador, basado en la investigación llevada a cabo en muchas universidades y laboratorios estatales de todo el mundo. El mercado potencial era inmenso, pues la teoría de que el colesterol alto influye en las enfermedades cardíacas estaba ganando terreno y el nivel normal de colesterol empezaba a medirse hacia abajo. Otras empresas produjeron rápidamente sus propias estatinas. A Mevacor se le unieron Zocor, el medicamento "yo-también" de la misma compañía, Lipitor de Pfizer, Pravacol de Squibb, Lescol de Novartis, y Crestor, de AstraZeneca. (Balcol de Bayer fue retirado del mercado porque, en la dosis aprobada, causaba efectos secundarios mortales).

No hay motivo para creer que uno es mejor que el otro en dosis similares. Pero, para conseguir un punto de apoyo en el mercado, las estatinas "yo-también" eran sometidas a veces a ensayos para obtener resultados ligeramente distintos en tipos de pacientes ligeramente distintos, y luego eran promocionadas como eficaces para esos usos. Por ejemplo, una estatina era sometida a pruebas para averiguar si era eficaz en la prevención de ataques cardíacos en pacientes que ya habían sufrido un ataque, y luego era promocionada como la única estatina autorizada para ese uso, a pesar de que las estatinas, si hubiesen sido sometidas a prueba en el mismo tipo de pacientes, probablemente hubieran tenido los mismos efectos.

O podían comparar una nueva estatina con uno vieja en potencias que no eran equivalentes. Esa es una manera muy común de ingresar en el mercado de los "yo-también", no sólo para las estatinas sino también para otras familias de medicamentos "yo-también". La FDA aprueba una droga no sólo para un uso determinado, sino también para una dosis específica, y esa es la dosis que la compañía selecciona para los ensayos clínicos. A veces, la elección de esa dosis se convierte en un arte. Hace poco, por ejemplo, le dieron gran importancia a una prueba que mostraba que Lipitor de Pfizer era más eficaz en algunos casos que el Pravacol de Bristol-Myers Squibb. Pero el estudio, que empezó en 1998, comparaba una dosis de ochenta miligramos de Lipitor con una de sólo cuarenta miligramos de Pravacol. Estas fueron las dosis aprobadas en ese tiempo, pero desde entonces también ha sido aprobada la dosis de ochenta miligramos de Pravacol. ¿Sería mejor Lipitor que las dosis más altas de Pravacol? Nadie lo sabe. Ahora se promociona a Crestor como la estatina más poderosa, pero eso tal vez sea porque la dosis autorizada por la FDA era relativamente alta.

Dosis más altas de las otras estatinas también podrían ser igualmente efectivas. Así que cada vez que una compañía farmacéutica sostiene que su medicamento "yo-también" es mejor que otro, es importante preguntarse si la diferencia radica en la dosis. También debemos recordar que las dosis altas entrañan mayores riesgos. Algunos expertos temen que Crestor, al igual que Baycol, resulten peligrosos cuando se propague su uso.

En la actualidad Mevacor se vende como el genérico Lovastatina, y es, por lo tanto, más barato que los demás. Pero el negocio de los "yo-también" depende en gran parte de la comercialización, y en vista de que casi todo puede comercializarse y de que es posible persuadir a la gente para que pague más, tanto Lipitor como Zocor, que son más caros que el fármaco Lovastatina, aparecieron en la lista de los diez medicamentos más vendidos en el mundo en 2002, la Lovastatina no. Mevacor y Prilosec ya no se mencionan.

Prozac, fabricado por Eli Lilly, fue el primero de un nuevo tipo de antidepresivos llamados inhibidores de la reabsorción selectiva de serotonina (SSRI, según sus siglas en inglés). Fue desarrollado principalmente sobre la base de investigaciones realizadas fuera de la compañía. En 1987, la FDA aprobó Prozac para el tratamiento de la depresión; en 1994, para el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo; en 1996, para la bulimia; y en 1999, para la depresión geriátrica. Prozac reemplazó rápidamente a otros tipos de antidepresivos debido a sus efectos secundarios más benignos.

Pronto representó la cuarta parte de los ingresos de Lilly; sus ventas anuales alcanzaron los 2.6 mil millones de dólares. Al considerar el volumen del mercado y sus potenciales de expansión, otras compañías empezaron a producir SSRI. Paxil de GlaxoSmithKIine, apareció en el mercado en 1997, seguido Zoloft, de Pfizer, en 1999. Los nuevos Laboratorios Forest se dieron a conocer con su SSRI Celexa, y luego crearon un "yo-también" de su propio "yo-también", llamado Lexapro. Prozac perdió la protección de su patente en agosto de 2001, y en la actualidad se vende como el genérico Fluoxetina a un veinte por ciento de lo que costaba inicialmente. Sin embargo, Paxil y Zoloft, mucho más caros, estuvieron incluidos en la lista de los diez fármacos más vendidos, la Fluoxetina no. Igual que Prilosec y Mevacor, el primer Prozac ha sido olvidado.

Pero eso no quiere decir que Eli Lilly simplemente se diera por vencido. Trató de continuar en el negocio del SSRI patentando una forma de dosificación semanal. Y en una maniobra aún más audaz que las sustituciones de Prilosec por Nexium o de Clarityne por Clarinex, denominó al fármaco Prozac Sarafem, lo coloreó de rosado y violeta, y obtuvo la aprobación de la FDA para comercializarlo para "el trastorno disfórico premenstrual", como llamaron a los síntomas premenstruales severos. Era la misma droga, en la misma dosis, pero era tres veces y media más cara que el genérico Prozac.

El éxito de los yo-también

El éxito en el mercado de los "yo-también" depende de varios factores. Primero, el mercado tiene que ser grande para poder incluir a todas las drogas competidoras. Por esa razón los medicamentos "yo-también" apuntan, por lo general, a enfermedades comunes y de toda la vida, como la artritis, la depresión, la presión alta o el colesterol elevado.

Esas enfermedades no son letales en forma inminente, pero tampoco se curan. A veces no son más que simples molestías, como la fiebre. En consecuencia, grandes cantidades de personas consumirán esos medicamentos durante muchos años, y ello generará un volumen enorme y constante de ventas. Las personas que sufren de enfermedades poco comunes no provocan gran interés en las compañías farmacéuticas, porque el mercado es pequeño (recuérdese la resistencia inicial de Novartis para llevar a cabo el desarrollo de Gleevec). Tampoco se ocupan de las personas con enfermedades pasajeras, como la mayoría de las infecciones agudas. Los antibióticos, por ejemplo, raras veces producen grandes ingresos (hay algunas excepciones) porque, pese a que las infecciones son comunes, no duran por lo general mucho tiempo. Las enfermedades mortales matan al consumidor, así que los medicamentos para tratarlas tampoco suelen obtener grandes éxitos en ventas.

Segundo, el mercado debe estar conformado por clientes que paguen. No es buen negocio fabricar medicamentos para clientes que no pagan. Por eso la industria farmacéutica no tiene ningún interés en buscar medicamentos para tratar las enfermedades tropicales, como la malaria, la enfermedad del sueño o la esquistosomiasis (una enfermedad muy común en el Tercer Mundo, causada por gusanos parasitarios). Aunque estas enfermedades existen en todas partes, no son importantes para la industria, ya que quienes las padecen viven en países demasiado pobres como para comprar medicamentos. De todas las medicinas aprobadas en las últimas dos décadas, sólo una pequeña cantidad servía para tratar enfermedades tropicales. En comparación con la abundancia de drogas para bajar el colesterol, tratar los trastornos emocionales, la fiebre del heno y la acidez, la diferencia es desalentadora. Incluso algunas enfermedades que atacan a personas tanto en países pobres como en los ricos (la tuberculosis, por ejemplo) le interesan poco a la industria, pues suelen aparecer en zonas de pobreza.

En tercer lugar, el mercado no sólo debe ser grande, sino también flexible, de manera que pueda expandirse. Recientemente, por ejemplo, el límite de colesterol alto ha ido bajando con el pasar de los años. No hace mucho, se refería a niveles de colesterol mayores de 280 miligramos por decilitro de sangre. Luego bajó a 240, y ahora los médicos quieren disminuirlo a menos de doscientos. Muchos médicos recomiendan dietas y ejercicio para alcanzar ese nivel, pero la gente considera que es muy difícil poner en práctica ese consejo, así que prefiere buscar directamente una estatina. Por eso es que Lipitor fue el fármaco más vendido en todo el mundo en 2002, y su competencia, Zocor, quedó en segundo lugar. El mercado se expande con facilidad y es un territorio fértil para los medicamentos "yo-también".

En el pasado, las compañías farmacéuticas promocionaban los medicamentos con el fin de curar enfermedades. Hoy, a menudo, se hace lo contrario.

El lanzamiento de Sarafem, de Lilly, convirtió los síntomas premenstruales en una enfermedad, llamada "trastorno disfórico premenstrual" (PMDD, según sus siglas en inglés). Aunque la empresa define el PMDD como síntomas premenstruales especialmente severos, el mensaje es claro: existe una pildora que los cura, así que, ¿por qué no comprarla? Algunas mujeres se sienten engañadas cuando descubren que el Sarafem es tan sólo Prozac con otro color y un precio más alto, pero Lilly, obviamente, no hace público ese hecho. Zoloft, uno de los SSRI "yo-también", pronto hizo su aparición y también fue aprobado para tratar el PMDD. Como todo el mundo sabe, ahora existe una nueva enfermedad que ha sido bautizada con el nombre de "disfunción eréctil", y un medicamento, Viagra, y dos "yo-también", Levitra y Cialis, que la tratan.

Los medicamentos "yo-también" se introducen con frecuencia en los mercados lucrativos y luego se expanden al ofrecer usos ligeramente diferentes. La FDA no aprueba un medicamento con facilidad. Lo autoriza para un uso particular y una dosis particular. Si una compañía somete a prueba un medicamento para un uso un poco diferente de los usos de otros medicamentos de su clase, ninguna otra compañía puede promocionarlo para esa finalidad. No importa lo obvio que sea ese uso nuevo, o lo parecido que sea al que tiene el medicamento original ya aprobado. La meta es, simplemente, encontrar una base para vender el medicamento "yo-también" como un fármaco mejorado.

Paxil también fue aprobado para el "trastorno de ansiedad generalizada" y poco después del 11 de septiembre de 2001, la compañía lanzo una ambiciosa campaña que lo promocionaba para este tipo de ansiedad. Los avisos mostraban imágenes de las torres del World Trade Center en el momento en que se derrumbaban. El mensaje era que incluso esa ansiedad perfectamente normal (y pasajera para la mayoría) debería ser tratada con medicamentos. La columnista Maureen Dowd, de The New York Times, lo resumió mejor que nadie: "Cuanto más ansiosas se sienten las empresas con respecto a sus ganancias, más generalizado se vuelve el trastorno de ansiedad generalizada".

Justificando los "yo-también"

Utilizan dos argumentos. En primer lugar, dicen que la libre competencia mantiene los precios bajos. En segundo lugar, sostienen que es conveniente contar con más de un medicamento para tratar una enfermedad, porque si el primero no funciona para un individuo en particular, puede que el segundo sí sea eficaz. ¿Tienen validez estos argumentos? El primero no, sin duda. No hay ninguna prueba de que exista competencia en precios en el negocio de los "yo-también". Cuando el primer medicamento "yo-también" ingresa en el mercado, el precio del fármaco original no baja porque los medicamentos "yo-también" no son promocionados con base en sus precios. Que se sepa, la publicidad de Lipitor nunca se ha basado en decir que es más barato que Zocor, ni viceversa. Más bien, ambos son publicitados como particularmente eficaces o seguros, sin tomar para nada en cuenta, por lo general, el hecho de que nadie puede decir cuál de los dos es más eficaz, puesto que los ensayos clínicos casi nunca comparan los medicamentos "yo-también" con respecto a la misma dolencia en dosis equivalentes. O son promocionados como el único fármaco que trata algún aspecto en particular de la dolencia general, y sin tomar en cuenta el hecho de que los otros medicamentos no fueron estudiados para ese aspecto en especial, pero que con toda probabilidad serían igualmente eficaces contra él. El mercado "yo-también" funciona más como un oligopolio que como un mercado competitivo; sencillamente está expandido, y es compartido. No recuerdo ninguna otra industria en la que no se mencionen casi nunca los precios en las campañas publicitarias.

El segundo argumento se basa en la suposición aparentemente razonable de que en medicamentos, como en calcetines, la misma medida no les queda bien a todos. Las grandes farmacéuticas argumentan que medicamentos muy parecidos pueden tener efectos muy diversos de un paciente a otro. Pero, aunque esto parezca razonable, hay muy pocas pruebas que sustenten la idea de que si una droga en particular no funciona para un paciente, otra casi idéntica funcionará; que si la una causa efectos secundarios, otra no los causará. Las compañías podrían someter a prueba fácilmente esa argumentación. Podrían probar sus medicamentos "yo-también" en pacientes que no han obtenido buenos resultados con el original. Pero no lo hacen porque, al fin y al cabo, no quieren saber cuáles serían los resultados: si Prisolec no funciona lo más probable es que Nexium tampoco funcione. Simplemente comparan sus medicamentos "yo-también" con placebos. Pero, a menos que la argumentación sea puesta a prueba en ensayos clínicos apropiados, no hay manera de saber si es verdadera. Las anécdotas sobre pacientes individuales no las sustituyen.

Así pues, la noción de que los pacientes responden de modo diferente a los medicamentos "yo-también" es apenas una hipótesis no demostrada e interesada. Pero supongamos por el momento que es verdadera. Aun así, no se justifica tener cuatro o más medicamentos "yo-también", como es el caso para muchas dolencias. Uno o dos serían suficientes. No hay ningún fundamento para defender, por ejemplo, las siete marcas registradas de inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) que se venden para tratar la presión alta y los problemas cardíacos. Nada menos que una autoridad como el doctor Robert Temple, el director asociado de políticas médicas de la FDA, dijo de los medicamentos "yo-también": "Por lo general, doy por sentado que estos medicamentos son todos iguales a menos que alguien demuestre lo contrario. Me parece que nada se pierde si se utilizan siempre los medicamentos más baratos".

Escasez y abundancia

Mientras los medicamentos "yo-también" inundan el mercado, empiezan a escasear algunos de los fármacos más importantes, incluso los que tienen el poder de salvar vidas. Si las empresas consideran que un fármaco no es lucrativo, dejan de producirlo. Algunas compañías optan por dejar de fabricar drogas importantes para liberar su capacidad de producción de drogas con mayor potencial de mercado, que son a menudo, medicamentos "yo-también". En caso de que el único fabricante de un fármaco "necesario desde el punto de vista médico" decida suspender su producción, la FDA exige un aviso con seis meses de anticipación, pero la exigencia muy rara vez es respetada. Según Mark Goldberger, funcionario de la FDA, "tenemos que dar nuestra aprobación para que las compañías fabriquen fármacos, pero estas pueden irse del mercado en el momento en que quieran". En 2001, hubo una seria escasez de muchas medicinas importantes, incluso de ciertos anestésicos, antídotos para mordeduras de serpientes venenosas, esteroides para bebes prematuros, antídotos para algunas sobredosis de fármacos, una droga inyectable que se usa en la resucitación cardíaca, un antibiótico para la gonorrea, una droga para inducir el trabajo de parto, y vacunas contra la gripe y la neumonía en adultos.

Las ganancias de las compañías farmacéuticas son tan grandes que sería de esperar que las empresas estuvieran dispuestas a fabricar medicamentos menos lucrativos pero vitales a manera de un servicio social, y como una forma de agradecimiento al público que los subvenciona con tanta generosidad. Pero no es así como funciona la industria. Todo se reduce a dólares y centavos. Como un vocero de la empresa American Home Products (ahora Wyeth) explicó cuando su compañía dejó de producir Isoproterenol, una droga para la resucitación cardíaca: "Fue una decisión estrictamente empresarial". Si nos muerde una cobra, tal vez no podamos conseguir el antídoto, pero sin duda conseguiremos algo para el colesterol.

Quizá valga la pena preguntarse por qué la FDA no hace algo con respecto a todas estas intrigas que no sólo posibilitan el negocio de los "yo-también", sino que lo ponen a la orden del día. ¿No hay alguna manera de frenar a las grandes farmacéuticas? También podríamos preguntarnos por qué los médicos siguen recetando fármacos carísimos "yo-también", aun cuando los originales son mucho más baratos desde que vencieron sus patentes. Estas son preguntas clave que veremos más adelante. Baste con decir aquí que ni la FDA ni la profesión médica parecen dispuestas a ejercer la autoridad que tienen. En suma, no hay muchas esperanzas, al parecer, de que la industria farmacéutica deje a corto plazo de inundar el mercado con medicamentos "yo-también", y de tratar de persuadirnos de que uno es diferente del otro. Así que preparémonos para el próximo Crestor nuevo y el próximo Lexapro nuevo, y por supuesto, el próximo Cialis nuevo[2].

Referencias y ligas externas

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  1. Losec en página de AstraZeneca
  2. Angell, Marcia. La verdad acerca de la industria farmacéutica: Cómo nos engaña y qué hacer al respecto. Págs 97-115. Grupo Editorial Norma. 2006. ISBN 9789580493518


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