Estudio STEP

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Un divertido, aunque bastante patético, caso de estudio sobre milagros es el Gran Experimento de la Oración o estudio STEP (Study of the Therapeutic Effects of Intercessory Prayer, Estudio de los Efectos Terapéuticos del Rezo por intercesor): ¿puede la oración hacer que los enfermos se recuperen?

Normalmente se ofrecen oraciones por la gente enferma, tanto en privado como en lugares formales de culto. El primo de Charles Darwin, Francis Galton, fue el primero en analizar científicamente si era eficaz rezar por la gente. Advirtió que todos los domingos, en las iglesias de toda Inglaterra, congregaciones enteras rezaban en público por la salud de la familia real. Por lo tanto, ¿no deberían estar excepcionalmente sanos, en comparación con el resto de nosotros, por quienes rezan solo nuestros seres más cercanos y queridos? Galton investigó sobre ello y no encontró diferencia estadística alguna. En cualquier caso, su intención podía haber sido satírica, como cuando rezó sobre parcelas de terreno aleatoriamente elegidas para ver si las plantas crecían más rápidamente (no lo hacían).

Más recientemente, el físico Russell Stannard (uno de los tres científicos religiosos mejor conocidos) hizo sentir su autoridad tras una iniciativa patrocinada, por supuesto, por la Fundación Templeton, para probar experimentalmente la propuesta de que rezar por los pacientes enfermos mejoraba su salud. Tales experimentos, si se realizan de la forma adecuada, tienen que hacerse por el método del doble ciego, criterio que se observó estrictamente. Los pacientes fueron asignados, al azar, a un grupo experimental (receptores de oraciones) o a un grupo de control (no receptores de oraciones). No se permitió conocer a los pacientes ni a sus médicos o cuidadores, ni a quienes hacían el experimento, por cuáles pacientes se estaba rezando y cuáles eran del grupo de control. Aquellos que estaban rezando por el grupo experimental tenían que conocer el nombre de los individuos por quienes estaban rezando —de otro modo, ¿cómo podrían rezar por ellos en vez de por otra persona?—. Pero se tuvo mucho cuidado en decirles solo el nombre de pila y la inicial de su primer apellido. Evidentemente eso sería suficiente para que Dios localizara la cama correcta del hospital. La propia idea de realizar tales experimentos está expuesta a ser ridiculizada y, como era de esperar, el proyecto lo fue.

Enfrentándose con valentía a todas las burlas, el equipo de investigadores siguió adelante, gastando 2.4 millones de dólares de los fondos Templeton, bajo la dirección del doctor Herbert Benson, un cardiólogo del Mind/Body Medical Institute, cercano a Boston. Pronto se refirieron al doctor Benson en una nota de prensa de la Fundación Templeton como: «crece la convicción de que hay evidencias de la eficacia de las oraciones intercesivas en escenarios médicos». Por lo tanto, y tranquilizadoramente, la investigación estaba en buenas manos y era improbable que se echara a perder por vibraciones escépticas. El doctor Benson y su equipo controlaron en seis hospitales a 1802 pacientes, a todos los cuales se les había practicado cirugía cardíaca para implantarles un bypass. Se dividió a los pacientes en tres grupos.[1]

El grupo 1 estaba formado por pacientes que recibían oraciones y no lo sabían. Los del grupo 2 (el grupo de control) no recibían oraciones y no lo sabían. Los del grupo 3 recibían oraciones y lo sabían. La comparativa entre los grupos 1 y 2 analizaba la eficacia de las oraciones intercesivas. Al grupo 3 se le analizaba para evaluar los posibles efectos psicosomáticos que provocaba el saber que se estaba rezando por ellos.

Las personas encargadas de rezar fueron enviadas por las congregaciones de tres iglesias, una de Minnesota, otra de Massachusetts y otra de Missouri, todas ellas alejadas de los tres hospitales. A los individuos que rezaban, como ya se ha dicho, solo les daban el nombre propio y la inicial del primer apellido de cada paciente por el que tenían que rezar. Es una buena práctica experimental estandarizar al máximo, por lo que en consecuencia les dijeron que incluyeran en sus oraciones la frase:

«por una cirugía de éxito con una rápida y saludable recuperación y sin complicaciones».

Los resultados, publicados en la revista American Heart Journal de abril de 2006, fueron inequívocos. No había diferencia entre aquellos pacientes por quienes se había rezado y aquellos otros por los que no. Qué sorpresa. Había diferencia entre aquellos que sabían que se estaba rezando por ellos y aquellos que no sabían de ninguna manera que no, pero en la dirección errónea. Aquellos que sabían que habían sido los beneficiarios de plegarias sufrían, significativamente, más complicaciones que los que no. ¿Estaba Dios castigándolos un poco, mostrando su desaprobación a toda esa banda de chiflados?

Parece más probable que aquellos pacientes que sabían que se estaba rezando por ellos sufrieran un estrés adicional como consecuencia de cierta «ansiedad de funcionamiento», tal como los investigadores indicaron. El doctor Charles Bethea, uno de los investigadores, dijo: «Lo que pudo pasar es que ellos sintieran incertidumbre, preguntándose: ¿estoy tan enfermo que tienen que incluirme en las oraciones de su grupo? En nuestra litigiosa sociedad actual, ¿sería mucho esperar que aquellos pacientes que sufrieron complicaciones cardíacas a consecuencia de saber que se estaba rezando por ellos presentaran una demanda conjunta contra la Fundación Templeton?».

No sería muy sorprendente que los teólogos se opusieran a este estudio, preocupados quizá sobre su capacidad para ridiculizar a la religión. Tras el fallido estudio, el teólogo de Oxford Richard Swinburne escribía oponiéndose a él desde su base, dado que Dios respondía solo a las plegarias que se ofrecían por buenas razones. Rezar por unos en vez de por otros, simplemente porque les había tocado así en el diseño de un experimento doble ciego, no constituía una buena razón. Dios debería haber mirado un poco más allá.

En otras partes de su escrito, el propio Swinburne va más allá de la sátira. No por primera vez, busca justificar el sufrimiento en un mundo gobernado por Dios: Mi sufrimiento me da la oportunidad de demostrar valor y paciencia. Me da la oportunidad de comprenderme y ayudarme a aliviar mi sufrimiento. Y le da a la sociedad la oportunidad de elegir si quiere invertir o no grandes cantidades de dinero en intentar encontrar una cura para este o aquel tipo particular de sufrimiento...

A pesar de que Dios lamenta nuestros sufrimientos, seguramente su gran preocupación sea que cada uno de nosotros muestre paciencia, compasión y generosidad y, por ello, moldear un carácter santo. Algunas personas necesitan estar enfermas para su propio bien y algunas otras necesitan en gran medida estar enfermas para beneficiar a los demás. Solo de esa forma se puede animar a algunas personas a hacer elecciones importantes acerca del tipo de persona que van a ser. Para otros, la enfermedad no es tan valiosa.

Swinburne no fue el único teólogo que renegó del estudio tras el escandaloso fracaso. Al reverendo Raymond J. Lawrence se le cedió un generoso espacio en The New York Times para explicar por qué los líderes religiosos responsables «respirarán aliviados» al no poderse encontrar evidencias de que las plegarias intercesivas hubieran tenido efecto alguno.

¿Hubiera sido otro el cantar si el estudio Benson hubiera tenido éxito al demostrar el poder de la oración? Puede que no; pero podemos estar seguros de que para muchos otros pastores y teólogos, sí. El artículo del reverendo Lawrence es memorable sobre todo por la siguiente revelación: «Recientemente, un colega me habló acerca de una mujer devota y bien educada que acusó a un médico de mala praxis en el tratamiento de su marido. Durante la agonía de este último, alegó, el médico había olvidado rezar por él». Otros teólogos se unen a los escépticos al afirmar que estudiar las plegarias de esta forma es un derroche económico porque las influencias sobrenaturales están, por definición, más allá del alcance de la ciencia.

Pero, tal y como correctamente reconoció la Fundación Templeton cuando financió el estudio, el presunto poder de la oración está, al menos en principio, dentro del alcance de la ciencia. Se podía llevar a cabo un experimento doble ciego, y así se hizo. Podía haber producido un resultado positivo. Y si así hubiera sido, ¿pueden imaginar que un apologista religioso lo hubiera rechazado basándose en que la investigación científica no tiene relación con los asuntos religiosos? Por supuesto que no.

No es necesario decir que los resultados negativos del experimento no van a afectar a la fe de las personas religiosas.[2]

Véase también

Referencias y ligas externas

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  1. Benson H. et al. Study of the Therapeutic Effects of Intercessory Prayer (STEP) in cardiac bypass patients: a multicenter randomized trial of uncertainty and certainty of receiving intercessory prayer. Am Heart J. 2006 Apr;151(4):934-42.
  2. Dawkins, Richard. The God Delusion. Houghton Mifflin. 2008. ISBN 978-0618918249