Teoría conspiratoria

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Una conspiranoia o teoría conspirativa puede definirse como la tentativa de explicar un evento o una cadena de eventos, sucedidos o todavía por suceder, ya sea percibidos o reales, comúnmente de importancia política, social, económica o histórica, por medio de la existencia de un grupo secreto muy poderoso, extenso, de larga duración y, generalmente, malintencionado.

Antecedentes

La hipótesis general de las teorías conspirativas es que sucesos importantes en la historia han sido controlados por manipuladores que organizan los acontecimientos desde «detrás de escena» y con motivos nefastos o, por lo menos, egoístas.

Regularmente, las conspiranoias son conjuntos de conjeturas irracionales.

Afirmaciones descritas como teorías de conspiración pueden ser un verdadero reto para los escépticos, ya que tienden a ser construidas sobre colecciones de eventos menores y razonables, ninguna de los cuales es necesariamente imposible o poco probable. Es la conclusión, el gran plan malvado, que se extralimita y con frecuencia requiere un derribo escéptico.

Típico conspiracionista.

Muchas veces se les dan a los teóricos de la conspiración más tiempo para presentar sus casos, ya que, a diferencia de la mayoría de otras creencias populares, muchas teorías de conspiración no requieren una violación de las leyes de la física o delirios pseudocientíficos. No se puede negar que la gente realmente se reúne en secreto para planear y ejecutar las cosas más extrañas y terribles. Por esta razón, las "teorías conspirativas" en realidad no deberían ser consideradas como una afirmación clara a la manera de las de la Atlántida o los fantasmas, por ejemplo. Mientras que alguien puede algún día probar que la Atlántida en verdad existió, eso nunca podrá suceder con las "teorías de conspiración" porque son una descripción vaga y aplicada libremente.

Conspiranoia

El término es una composición de las palabras conspiración y paranoia. Es necesario señalar que el término «conspiración» es muy anterior al término «conspiranoia», y la existencia de conspiraciones está bien demostrada en la historia, el Derecho Penal, las leyes penales y sentencias de los tribunales. Esto ilustra el hecho de que la conspiración es y ha sido un comportamiento humano real y frecuente, mientras que la validez del más reciente concepto de «conspiranoia» está abierta al debate.

Origen

La conspiranoia a veces está relacionada con las leyendas urbanas. Sin embargo, su desarrollo como fenómeno mediático y de masas comenzó con una conspiración en sí misma: Los protocolos de los sabios de Sión. En apariencia, esta obra contendría las actas de una serie de reuniones secretas mantenidas por dirigentes judíos y masónicos para conquistar el mundo e imponer en él un régimen perverso. No hay duda de que, si bien muchas de ellas son falsas, por lo menos algunas siempre llegan a ser ciertas. Después de todo, ¿no había realmente una conspiración entre los leales confederados detrás del asesinato de Abraham Lincoln?. El experimento Tuskegee, en el que los investigadores médicos conspiraron para permitir que hombres con sífilis sufrieran los efectos de la enfermedad por décadas, en realidad sucedió. Puede no haber habido una conspiración para encubrir una nave espacial que se estrelló en Roswell, pero nunca fue un secreto el encubrimiento para ocultar la verdad acerca de las actividades de la Guerra Fría del Proyecto Mogul. La conspiración Watergate fue real. Realmente hubo una conspiración 9/11. La abrumadora evidencia apunta a Al Qaeda y no a un trabajo interno de la administración Bush, por supuesto, pero aún así fue una conspiración.

Raíces

El éxito de una conspiranoia depende de varios factores. El primero, y fundamental, lo comparte con las leyendas urbanas: tiende a reafirmar radicalmente los prejuicios, preferencias y sospechas del lector o espectador. Las personas que tienen una pobre opinión de los Estados Unidos o su sistema político y económico, por ejemplo, son más proclives a tragarse las conjeturas conspirativas que los dejan en mal lugar: las historias sobre el 9-11, el alunizaje de 1969, etcétera. Esto incluye a un buen número de norteamericanos. Por su parte, los partidarios de este sistema tienden a tragarse también cualquier conspiranoia que degrade a sus oponentes: aceptan sin crítica alguna cualquier relato que presente con una luz negativa a la URSS o al comunismo, al ecologismo, sin importar lo delirante que sea. Lo mismo cabe decir de los islámicos con toda leyenda sobre Israel o los Estados Unidos.

Pero el éxito de las conspiranoias no se puede entender sin otro factor esencial: la ignorancia. Todas las conspiranoias se sustentan en una incomprensión esencial de los grandes procesos políticos, económicos, tecnológicos y sociales que transforman a las sociedades, simplificándolos en la acción de un enemigo interesado. Todas las conspiranoias ofrecen una visión simplista y fácilmente comprensible de la realidad y sus transformaciones, acorde a los propios prejuicios y miedos. En su atrocidad, resultan confortables, pues no obligan a la ardua tarea de cambiar de forma de pensar e incluso vivir: todo es cosa de las acciones de ellos –los malvados– y nosotros –los buenos– somos sus víctimas y haremos bien en mantenernos fieles a nuestra visión del mundo. Toda conspiranoia no es más que una historia de buenos buenísimos y malos malísimos, sin matices, tonos de gris ni incómodos cuestionamientos.

Este carácter simplón de las conspiranoias se evidencia claramente en la naturaleza de los temas que tratan: hechos muy visibles, muy populares, incluso televisivos. Al concentrarse en el estudio más o menos enloquecido del hecho en sí, omiten los procesos a gran escala en los que se incardina, y cuando surge la necesidad de explicarlos recurren sistemáticamente –de nuevo– a la acción de los malos: los Illuminati, el Nuevo Orden Mundial, los judíos, los marxistas, los masones... cualquier cosa, menos entender la evolución de la historia a gran escala[1].

Muchas historias de conspiración son verdad -sólo que no todas ellas, como algunas personas parecen inclinadas a creer. Afortunadamente, existe una manera fácil de detectar verdaderas y falsas y evitar caer en cada reclamo chiflado que se presente. Ese mismo cerebro que nos tienta a caer en cada historia y conectar todos los puntos aleatorios que encontramos, también es capaz de salvarnos de caer en creencias irracionales.

Las conspiraciones son reales; ocurren todo el tiempo. Sin embargo, nunca hay que aceptar ninguna afirmación de conspiración a nivel global, o demasiado grande, que no está respaldada por pruebas suficientes. Es fácil señalar a preguntas sin respuesta, a coincidencias y posibles conexiones entre los diferentes eventos o personas. Pero nada de eso es evidencia. Por regla general, es aconsejable ser muy escéptico sobre cualquier teoría de conspiración que haga afirmaciones extraordinarias, pero que no logre producir pruebas extraordinarias.

Algo que no debería sorprender es lo fácil que las teorías de la conspiración, no probadas, son capaces de atrapar las mentes brillantes. Hay personas muy inteligentes y con estudios superiores que están convencidas de que existe un pequeño club secreto u otro que gobierna en la sombra, por ejemplo. Se ha perdido la cuenta de cuántas personas han afirmado que los alunizajes fueron falsificados, incluso que la primera filmación fue dirigida por Stanley Kubrik.

Las discusiones con los creyentes de conspiraciones más apasionados pueden ser fascinantes. Sus cerebros parecen trabajar horas extras en la elaboración de las piezas de su rompecabezas imaginario. No es que sean tontos o perezosos. Por el contrario, trabajan muy duro para darle sentido a todo y luego defender sus conclusiones a toda costa. Lo que parece ser un problema constante es que los creyentes tienen una inversión emocional que es demasiado grande como para dar un juicio justo a las ideas contradictorias y a las pruebas presentadas. Y si algo se las arregla para colarse bajo su muralla defensiva, el sesgo de confirmación lo despacha inmediatamente. Esto nos lleva a la diferencia clave entre un creyente de hueso colorado y un buen escéptico.

Tal vez no todos, pero los creyentes más devotos de las teorías conspiratorias parecen encontrar muy difícil, si no imposible, cambiar de opinión, no importa lo fuerte que las explicaciones y las pruebas están en contra de su posición. Por otro lado, cualquier escéptico sensato, podría creer cualquier teoría de la conspiración en el momento en que alguien ofrezca una buena evidencia de ella. Una forma de pensar tiene que ver con el aferramiento a una creencia específica por encima de cualquier otra cosa, mientras que el otro modo de pensar tiene que ver con la historia real, lo que puede llegar a ser.

Los escépticos a menudo son acusados ​​de tener mentes cerradas cuando se trata de teorías conspiratorias. Eso es una tontería. Una mente que no está dispuesta a escuchar nuevas ideas o a cambiar de dirección cuando la evidencia lo demanda es el tipo de mente que nadie gustaría tener. Los escépticos reflexivos creerán en teorías de conspiración sólo después de que se muestren las evidencias a favor.

Veamos la teoría de la conspiración 9/11. Parece bastante claro que la única conclusión razonable a que se puede llegar es que hubo una conspiración 9/11. Si la hubo, pero del lado de los terroristas islámicos, no por parte de George W. Bush y Dick Cheney. Después de todo, los terroristas islámicos habían estado diciendo durante muchos años, alto y claro, a quien quisiera escucharlos, que iban a atacar a Estados Unidos. Y no era sólo hablar. Ya habían detonado un camión bomba en el World Trade Center en 1993, matando a seis personas. Volaron dos embajadas estadounidenses en África en 1998 y atacaron un buque de guerra de Estados Unidos en 2000. Hubo una serie obvia de acontecimientos que condujeron al 9/11, y la evidencia los vincula con Al Qaeda. Pero millones no están de acuerdo. Según una encuesta de Scripps Howard/Ohio University 2006, más de un tercio de los estadounidenses cree que el gobierno de Estados Unidos "ayudó a los ataques terroristas del 9/11 o no hizo nada para detenerlos."

Mantenga los siguientes puntos en mente cuando se piensa en las teorías de la conspiración:

  • Mantenga su mente abierta. Tenga cuidado con desestimar las teorías conspiratorias. Descontar una o dos versiones de una teoría conspiratoria popular no significa necesariamente que nunca hubo una conspiración. Por ejemplo, sólo porque Lee Harvey Oswald probablemente no recibió ayuda de los cubanos, los comunistas, la mafia, el complejo industrial militar, extranjeros, o Lyndon Johnson no quiere decir que no podría haber sido ayudado por otra persona. No cometa el error de cerrar su mente a posibles realidades sólo porque una versión popular de una conspiración parece poco probable de que sea cierta.
  • Grandes eventos. A veces las cosas más grandes e importantes suceden por razones que son insatisfactorias o incognoscibles para nosotros. Cuando nos enfrentamos a estos eventos puede ser tentador llenar los espacios en blanco prematuramente con el fin de satisfacer nuestra curiosidad o darles más significado. Pero construir respuestas es indigno de personas sensatas y honestas. Resista la tentación. A veces tenemos que ser adultos y aceptar realidades incómodas o la irritación de no saber.
  • Cuidado con el sesgo de confirmación. La mayoría de las teorías conspiratorias dependen de ello para acumular creyentes. No abrazar cada pieza de información que apoye una afirmación de conspiración en particular al tiempo que rechaza toda prueba que la contradice. Recuerde que somos atraídos naturalmente a las explicaciones que se ajustan a nuestras conclusiones y creencias previas. Tiene que luchar contra esta tendencia si se quiere pensar con claridad y tomar decisiones racionales sobre lo que debe creer.
  • Busque evidencias. Mientras más inusual y compleja sea una afirmación conspiratoria, más evidencia debe esperar para poder ver antes de creer en ella.

Resultados

Las teorías de conspiración generalmente involucraron acciones y motivos "secretos". Estas teorías de conspiración han generado un montón de personas que han sido perjudicadas, ya sea por no pensar críticamente o por hacerle caso a alguien que no piensa críticamente.

Edward y Elaine Brown

Los Browns creen en la actualidad que hay una conspiración para privar a los estadounidenses de su libertad y su vida. Almacenaron suministros en su casa y dejaron de pagar impuestos. Huelga decir que las autoridades no hicieron la vista gorda y el 4 de octubre de 2007, en Plainfield, New Hampshire, fueron detenidos después de un enfrentamiento policial.[2]

Kent Hovind

Vea el artículo principal sobre este tema: Kent Hovind

No era sólo un destacado defensor del Creacionismo, sino que también cree en muchas teorías de conspiración sobre el gobierno de los Estados Unidos. Como resultado, evitó pagar impuestos sobre sus considerables ingresos durante años. Ahora cumple 10 años en una prisión federal.[3]

Dr. Nicholas Kollerstrom

Escribió en la web que el Holocausto nunca pasó y respaldó otras teorías de conspiración. Fue despedido de su beca no remunerada en el University College of London.[4][5]

Clay Shaw

El fiscal de distrito, de 55 años en Nueva Orleans, Louisiana, creyó en teorías de conspiración sobre el asesinato de JFK y pensó que Clay Shaw estaba involucrado. Fue arrestado y procesado. El jurado, afortunadamente, lo exoneró en menos de una hora.[6]

Sammy Weaver

El 21 de agosto de 1992, la madre de la joven Sammy de 14 años tuvo una "visión" de una casa en la cima de una montaña. Su padre creía en una conspiración sionista para gobernar el mundo y ese apocalipsis estaba cerca. Reaccionaron mal cuando la policía llegó a su casa y Sammy terminó muerta.[7]

Miles de niños

Los clérigos musulmanes difundieron la teoría de la conspiración de que la vacuna contra la polio es un plan occidental para esterilizar o asesinar a los africanos. Esto resultó en un boicot en algunas áreas de Nigerio. Sucedió cuando la OMS estaba a punto de acabar con la poliomielitis por completo.[8][9]

Chisme Glorificado

Las teorías conspiratorias también tienen mucho que ver con nuestra obsesión por el chisme y la rumorología. Es bueno dar un buen vistazo la próxima vez que pase por un puesto de periódicos. Las revistas de celebridades, fundamentalmente vehículos para el chisme, están en auge. El chisme es un gran negocio porque es una parte integral de las interacciones humanas. Todos los que dicen que pueden resistirse a escuchar o a transmitir un buen chisme jugoso están mintiendo. Contar chismes es propio de seres humanos. Antropológicamente hablando, probablemente nos ayuda a unirnos y nos ayuda a predecir en quién podemos confiar y en quien no deberíamos. Los más grandes chismes son como los rumores acerca de los vecinos o el nuevo forastero en la ciudad, sólo que multiplicado y amplificado mil veces. Si esto es correcto, entonces las teorías conspiratorias probablemente no van a desaparecer pronto, ya que algunos investigadores piensan que nuestro cerebro está genética o culturalmente predispuesto a descargar y difundir información jugosa sobre otros.

Un estudio de la Universidad de Chicago estimó en 2014 que la mitad del público estadounidense apoya sistemáticamente al menos una teoría de la conspiración. Cuando repitieron la encuesta en noviembre de 2018, la proporción había aumentado a 61%. Otro estudio reciente de la Universidad de Cambridge se hizo eco de este sorprendente hallazgo y descubrió que el 60% de los británicos están casados ​​con una falsa narrativa.[10]

Seguir la evidencia

No todos, pero muchos creyentes de teorías conspiratorias parecen haber perdido la perspectiva. Los más apasionados están encerrados en sus conclusiones más por lealtad a una posición que a cualquier otra cosa. Cuando deberían estar persiguiendo la evidencia real y las respuestas verdaderas, sin importar a dónde conduce el rastro, han excavado en su lugar y se niegan a ceder, no importa las pruebas y argumentos en contra. Esta no es una estrategia intelectualmente respetable y se debe reconsiderar la posición. Desde luego, no importa que se alinee a favor o en contra de cualquier teoría de la conspiración en particular. Sólo alínese con la verdad, sin importar cuál sea la verdad.

Véase también

Referencias y ligas externas

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  1. lapizarradeyuri.blogspot.mx
  2. «Marshals pretended to be supporters to lure N.H. couple - The Boston Globe». archive.boston.com (en inglés).
  3. «Kent Hovind». Wikipedia, la enciclopedia libre. 2018-06-15. Consultado el 2018-07-03.
  4. Cohen, Nick (2008-05-04). «Nick Cohen: When academics lose their power of reason». the Guardian (en inglés). Consultado el 2018-07-04.
  5. «Dr Nicholas Kollerstrom». www.ucl.ac.uk (en inglés). Consultado el 2018-07-04.
  6. James Phelan, Scandals, Scamps, and Scoundrels, pp. 150-51. (ISBN 0-394-48196-8)
  7. «Ruby Ridge». Wikipedia (en inglés). 2018-07-01.
  8. «Polio boycott is 'unforgivable'» (en inglés británico). 2004-02-26.
  9. Costa, Gilbert Da (2007-10-25). «Setback for Nigeria's Polio Fighters». Time (en inglés estadounidense). ISSN 0040-781X.
  10. Ed Pilkington (2019). «Trapped in a hoax: survivors of conspiracy theories speak out». The Guardian (online) www.theguardian.com.