Necromancia
La necromancia (o nigromancia) es el supuesto arte que implica la evocación de espíritus de personas fallecidas para fines de adivinación. El término viene de latín necromantīa, y este del griego νεκρομαντεία; unión de necros «muerte» y mantīa «adivinación».
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Incluso entre los ocultistas, el llamar a los espíritus de los muertos con el fin de conocer el futuro, es considerada la práctica mágica más negra y peligrosa. De hecho, la palabra necromancia se ha convertido en sinónimo de magia negra, aún cuando esta no requiera llamar a los muertos.
Antecedentes
Algunos magos creían que los espíritus sólo podían ser convocados durante el primer año de la muerte de esa persona. La Necromancia fue prohibida por las Leyes de Moisés, pero incluso el gran rey Saúl (siglo 11 AEC) buscó el consejo del profeta Samuel a través de la bruja de Endor. El clero cristiano también condenó la práctica desde los primeros días de la iglesia. Ninguna de estas advertencias y proclamas han evitado que hechiceros y magos traten de evocar los espíritus de los muertos a través de una variedad de rituales.
Anécdotas sobre necromancia
Quizá el relato más completo sobre necromancia fue registrado por el escritor romano Luciano, quien vivió durante el segundo siglo de la Era Común. Luciano describió la visita de Sexto Pompeyo, hijo del principal adversario de Julio César, Pompeyo el Grande, a una hechicera de Tesalia de nombre Erichtho (o Ericto) a quien Dante Alighieri llamó la de ""alma cruda",[1] Según el folclor, Erichtho vivía dentro de una sepultura abierta rodeada de huesos y restos de cadáveres. Sexto quería que Erichtho le dijera su futuro. Ella aceptó.
Para que la magia de Erichtho funcionara tenía que invocar el aura de los fallecidos y para llevar a cabo el ritual pidió un cadáver fresco. Durante el ritual, el fantasma convocado tenía que entrar al que fue su cuerpo en vida, y aunque al principio no quiso, terminó haciéndolo con la promesa hecha por la mujer de que el cadáver sería incinerado. Las respuestas del fantasma no fueron registradas, pero a Sexto no le fue bien en la vida.
Se sabe que Luciano escribía mucho tiempo después de ocurrido el suceso y existe la certeza de que el relato bien pudo ser fabricado o pudo exagerar un hecho real.[2]
Un espíritu no debería ser llamado si primero el mago no toma medidas para protegerse a sí mismo. De hacer caso omiso, su alma estaría en peligro. La protección puede ser a base de talismanes, sellos, brebajes especiales en polvo, y, lo más importante, el círculo mágico. Siempre y cuando el mago se mantenga de pie dentro del círculo mágico, será invulnerable a cualquier entidad espiritual que convoque.[3]
Referencias y ligas externas
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